Felipe II, rey de España, en un lienzo de Tiziano. |
Definitivamente cualquier parecido entre el vago Rodríguez Zapatero y el laborioso Felipe II se nos antoja pura coincidencia; y no nos referimos a la tendencia disolvente y laicista del primero, contrapuesta al unitarismo y religiosidad del segundo; tampoco vamos a incidir en el contraste existente entre los modestos atavíos de Felipe II y la nueva camada vogueliana.
Esta mañana nos hemos enterado que Zapatero vuelve a estar cansado. Y ya van nosecuantas veces. Por lo visto, nuestro actual Presidente del Gobierno, al más puro estilo felipista, está pasando unas jornaditas de ná por Doñana. Lo mismo quiere insuflarse de polanquismo en la vieja guarida de Felipe González. En fin, pobrecito. ¡cuánto trabaja! Y eso que todavía no ha hecho un viaje al exterior en unos cuantos meses (tres o cuatro, si no recordamos mal). Aunque bien pensado, ¿dónde va a ser bienvenido este demagogo frentepopulista?: ¿en Cuba, Bolivia, Venezuela, Libia, en la Palestina de Hamas…?
El caso es que releyendo al insigne historiador Geoffrey Parker en su libro The Grand Strategy of Philip II, New Haven and London, Yale University Press, 1998, este autor señala, entre otras cosas, lo siguiente respecto a Felipe II, a la sazón emperador de España entre 1556 y 1598: interminables dossiers impedían cenar muchas noches a Felipe II; el rey apenas tenía tiempo para procesar el mar de papeles que le rodeaban. “Tengo más de 10.000 documentos frente a mí”, decía; los asuntos de la Junta de Noche, la Junta de Gobierno o la Junta Grande (como así se llamaron consecutivamente) pasaban por las manos de Felipe II; éste no dejaba de dedicar todo su tiempo a los asuntos realmente importantes del reino; la constante preocupación del rey por conocer los asuntos al detalle le ocupaban prácticamente todo el día y multitud de noches; el rey hacía esfuerzos sobrehumanos para conocer los pormenores de las actividades de sus ministros; se pasaba horas intentando descifrar documentos que consideraba importantes y cuya caligrafía dificultaba su lectura; incidía en decidir sobre asuntos menores que le ocupaban mucho tiempo: asuntos de la Iglesia, de la Corte, de Palacio, de Arquitectura… Felipe II también dedicaba mucho tiempo al asesoramiento y de sus subordinados; no perdía el tiempo en actos protocolarios de conquista o en acompañar a sus ejércitos para dedicarlo a resolver los problemas del Imperio…
Muchas anécdotas podrían contarse sobre la enorme capacidad de trabajo de Felipe II. Seguramente su manera de llevar las cosas estuviera desmedidamente centralizada en su persona. Pero era su manera de pensar y de ser. Una manera completamente opuesta a la de Rodríguez Zapatero.
Autor: Smith
Publicado el 22 de marzo de 2006
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