Porque hay que meterlo como sea preciso y a costa de quien sea. Los mecanismos totalitarios con los que el europeísmo pseudojacobino viene pervirtiendo la verdadera voluntad de los países que componen la vieja Europa no terminan de funcionar del todo. A nosotros nadie nos va a convencer de las ventajas de ese tratado, porque tenemos doscientas poderosas razones para decir que no a la Europa de Chirac. Ahora bien, si tenemos en cuenta que la mayoría de la sociedad es apolítica, o sencillemente le importa una higa lo que diga ese tratado, lo cierto es que las campañas orquestadas desde los poderosos gobiernos europeos terminan por amoldar la opinión pública a sus intereses.
Pero... no todo el monte es orégano. En Francia, uno de los países del mundo en el que los ciudadanos muestran un mayor interés por las cuestiones sociopolíticas desde muy antiguo, parece ser que los constructores de la Europa jacobina -curiosamente muchos de ellos franceses...y del Gran Oriente, que todo hay que decirlo- no las tienen todas consigo.
Jacque Delors ha iniciado una campaña de atemorización de la sociedad. Este socialista francés que fue directivo del Banco de Francia en 1945 (los descamisaos, ya saben) y ministro de Economía y Finanzas de Francia con el "honrado" presidente François Mitterrand, ha dejado las cosas bien claras: o sí o cataclismo; o lo que es lo mismo: o sí o sí. Estas son las alternativas que dan los políticos progresistas a las poblaciones que sustentan su nada desdeñable modus vivendi. Delors no es imbécil y sabe que tanto la importante extrema derecha francesa, como la también, aunque menos, extrema izquierda y buena parte de la clase conservadora, no quieren saber nada de la Europa esclerotizada chiraciana y que, por lo tanto, el resultado del referendum peligra.
Recordamos cuando Dinamarca rechazó en 1992 en un primer referéndum el Tratado de Maastrich. A los daneses no les interesaba aquel tratado y así lo expresaron libre y soberanamente. Ya sabemos el caso que hicieron luego a los daneses... Parece ser que, como hemos descubierto hoy, hasta The Economist parece que recela del excesivo celo en la defensa de la democracia, por lo que no es nada descabellado pensar que poderes fácticos aparentemente políticamente correctos, muy democráticos, etc., son los representante genuinos de aquel dicho antiliberal: "el libre pensamiento defiendo en alta voz y muera el que no piensa igual que pienso yo". Y si no que se lo digan a nuestro colega bitacorista Mao.
Autor: Smith
Publicado el 19 de marzo de 2005
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