Esta semana, el Presidente de la Comunidad Autónoma Vasca –el Lehendakari, según la terminología sabiniana al uso, y aceptada no sabemos muy bien por qué por las instituciones oficiales- ha presentado su cacareado “plan de convivencia” (!) en el Congreso de los Diputados. Suponemos que, en adelante, el resto de presidentes autonómicos podrán presentar las propuestas que estimen oportunas ante el Parlamento español sin que nadie se moleste por ello, incluido nuestro Presidente Rodríguez, quien, a buen seguro, repartirá sonrisas a siniestra y siniestra. Sí, han leído bien, porque a la diestra, palo tras palo.
Varias cuestiones nos vienen rápidamente a la cabeza respecto al Plan Ibarretxe. De entrada, señalemos que, si la famosa tregua de ETA de 1998 fue una tregua-trampa, tal y como advertía sabiamente Jaime Mayor, y como el tiempo no tardó en darle la razón, este plan es un plan-trampa propuesto por quienes, no lo olvidemos, colaboraron en aquella “tregua”, también tramposa. Y es que el nacionalismo vasco es tramposo desde sus orígenes sabinianos, cuando a este personaje de novela de tercera regional, le dio por reinventar un pasado inexistente. Veamos cuatro sencillas razones del porqué de lo que decimos respecto al plan:
1) El Plan Ibarretxe es un plan claramente antinacional. Esta idea ha de darse por sentada desde el principio, dado que algunos políticos y periodistas siguen vendiéndonos el mencionado plan como una especie de “avance” estatutario, una propuesta “pactista” en la que se ceden algunas competencias y otro tipo de fábulas y engañifas. Con echar un breve vistazo al plan, uno se da cuenta perfectamente de que la voluntad de quien lo ha pergeñado es separar las provincias vascongadas y la navarra del resto de España. De hecho, varios dirigentes del PNV y EA han reconocido que la finalidad última del plan es dar el paso definitivo hacia la independencia.
2) El Plan Ibarretxe es un plan claramente anticonstitucional. La implantación del Plan Ibarretxe es una quimera que no cabe en el marco constitucional vigente, dado que la Constitución Española deja bien claro que la soberanía nacional es única y que, por lo tanto no se puede cuartear. No son válidas por lo tanto las distintas apelaciones que se vienen haciendo a eso que Ibarretxe llama la “voluntad de los vascos”, pues la única “voluntad” que a efectos políticos nacionales confiere la Constitución es a la voluntad de los españoles en su conjunto.
3) El Plan Ibarretxe es un plan claramente antiliberal. Para los impulsores del plan, no es el individuo ni la libertad las bases sobre las que se deben asentar los futuros “marcos de convivencia”. No. Para ellos, lo importante es lo que llaman “nación” vasca, el “pueblo” vasco. Muchas de las propuestas que aparecen en el texto (nacionalidad de los vascos, derecho a voto, etc) del plan tienen un inconfundible aroma a ius solii germánico y a xenofobia racista que no confunden al mayor de los ingenuos posibles.
y 4) El Plan Ibarretxe es un plan claramente antidemocrático. Creemos que todos nos hemos cansado hasta la saciedad de oír al “Lehendakari” decir que el Gobierno central no quiere dialogar respecto a su plan. Pues bien, pongamos la oración por pasiva y reflexione el señor Ibarretxe si “su” plan ha sido consensuado con algún no nacionalista. Como ya sabemos que no, y que la mitad de los vascos no son nacionalistas, parece que la voluntad de “consenso” del artífice del plan falla por la propia base. Lo mínimo se le exige a un político es que presente propuestas democráticas para que sean avaladas por una amplia mayoría social. Y, ojo, cuanto más importante sea la propuesta o afecte a temas más decisivos, como es el caso, mayor consenso ha de exigirse. Si el nacionalismo hace una propuesta de estas características y que resulta que es rechazada de plano por los no nacionalistas allí, en su propia casa vasca, ¿con qué valor exige capacidad de diálogo y de consenso a los demás?
Todo esto es tan claro, tan cristalino, que nos sigue asombrando la capacidad del Presidente José Luis Rodríguez Tancredo Poncio Zapatero de Kerensky-Allende, para posicionarse en ésta, como en tantas otras cuestiones, a la antigua usanza latina del in médium virtus. ¡Como si existiera un médium aceptable entre la Verdad y la Mentira, entre el Bien y el Mal, entre la unidad y la separación! Que nadie se llame a engaño, porque la aceptación de cualquiera de los planes (Ibarreche, Carodeche, Pachileche, Maragalleche, Zapatereche… -ahora todos se apuntan a su plan particular-), significa definitivamente que Delenda est Hispania.
Autor: Smith
Publicado el 3 de febrero de 2005
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