lunes, 11 de diciembre de 2017

El éxodo de los atribulados


Como se sabe, vivimos en una sociedad mediatizada. Además, esta mediatización es, gracias a la conformación de los grandes medios de opinión pública, predominantemente izquierdista, progresista, políticamente correcta, etc. El caso es que, debido a la manipulación que nos rodea, los seres humanos caemos con excesiva frecuencia en actitudes tan sumamente necias que rayan lo obsceno y que bien podrían formar parte de los “reality shows” tan de moda actualmente.

Algo de esto hay en el “éxodo” al que algunos, parece, quieren condenar a las buenas gentes de uno de los países más libres del mundo, los EEUU. No sabemos exactamente muy bien por qué (si por culpa del amigo Michael Moore, por el sectarismo de salón en el que vive instalada la far left norteamericana, por los rescoldos de la pasada campaña electoral, o sencillamente -y casi seguro- por la necedad de ciertas personas), todavía hay quienes parecen empecinados con la idea de huir de su país. Creen estos individuos, aparentemente tan atribulados como los judíos que huían de Alemania en 1936, que George W. Bush va a convertir su país en una especie de campo de concentración o algo por el estilo.

Como ustedes comprenderán, resulta tan llamativa la mezcolanza de sectarismo y necedad en la que vive instalada toda esta pobre gente -entre los que, como en las mejores películas de Hollywood, no podían faltar el veterano traumatizado por la Guerra del Vietman, el financiero que está dispuesto a trabajar de obrero en Canadá o el publicista de ONGs- que no merece la pena rebatir ni uno solo de los motivos por los que ansían traspasar sus fronteras nacionales. En cambio, sí que nos llama la atención algo: la mayoría piensa en exiliarse a Canadá. ¿Por qué no se largan a Cuba, Venezuela, Brasil o China? ¿No será porque Canadá arrastra una historia política y económica paralela a la del país del que tanto reniegan y que, por lo tanto, se puede vivir, como reza la canción “tan agustito”?

Autor: Smith
Publicado el 7 de febrero de 2005

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