sábado, 15 de diciembre de 2018

Votar al Partido Popular es lo que me pide la razón


Con independencia de que Mariano Rajoy nunca ha sido un santo de mi devoción, puesto que a menudo le ha faltado la decisión y el empuje que caracterizan a Esperanza Aguirre, pongamos por caso, ha de reconocerse que los populares cuentan entre sus filas con unos cuantos elementos bien preparados —si se les compara con los ineptos ministros y altos cargos aún en el poder— y juraría que Mariano es de los que sabe escuchar y sopesar el consejo de sus asesores en lugar de actuar al buen tuntún, o a capricho, como ha venido haciendo Zapatero durante todo su mandato. Luego aquí, a la hora de introducir la papeleta en la urna, ha de valorarse no ya a un político aislado, sino a todo un conjunto de personas en cuyas manos debemos depositar la poca confianza que nos queda a los españoles para que no se vaya todo al diablo. Y ese todo, casualmente, tiene un nombre: España. ¡Nada menos que España!

Por el contrario, ¿qué puede ofrecernos Rubalcaba, y con qué equipo no viciado, que no sea volver a caer bajo la férula de esas "viejas glorias" exhibidas en el mitin de Sevilla? Yo no he sido capaz de ver detrás del "afaisanado" personaje, entre los socialistas poco enmohecidos, más que a una tal Elena Valenciano, morosa ella y defraudadora de Hacienda —ha sido embargada—, o a un Pepiño "campeón" y usuario con nocturnidad de ciertas gasolineras. Sin contar que la "Mimitos" Carme posee una venilla nacionalista muy poco conciliable con lo que debería de ser esa política nacional que considere a todos los españoles con los mismos derechos. No, lamentablemente el PSOE es un partido embarrancado en el "todo vale" y con una tripulación que viene desplegando el velamen de la lujuria partidista desde el puente de mando del Ejecutivo de Zapatero, muchos de cuyos oficiales deberían seguir en la mamandurria si se diera el caso poco probable de un triunfo socialista. Ya no hablemos de los políticos que "okupan" desde hace 30 años la Junta de Andalucía, tan "pringaos de pies y manos" y citados por Rubalcaba, a partir de unos presupuestos expansionistas, como referentes de la política a seguir. ¡Pasmoso si no fuese tan asimilable a lo delictivo! 

Así, pues, lo mejor que debería suceder el 20-N es una victoria muy holgada del PP, que de paso sirviera para dejar en la cuneta los chantajes nacionalistas y que llevase aparejado un "catacrac" espectacular del PSOE. Un "catacrac" destinado a hacer meditar a las bases socialistas sobre el uso de la política sectaria y ruinosa que nos han venido ofreciendo sus mandamases y a moverles al razonamiento de si no les convendría más, a fin de regenerarse, proceder a una refundación en la que se incluyera no ya esa honradez de la que presumen, tan ficticia desde siempre, sino cierto grado de decencia al más puro estilo de las socialdemocracias nórdicas. 

¿Es posible votar otros partidos menores o extraparlamentarios? Lo es, evidentemente. Pero no es mi estilo acudir en ayuda de ideologías que apenas cuentan —no han sabido darse a conocer durante varios años— ni supone una actitud práctica ante la tremenda crisis económica y moral que padecemos los españoles. ¿Debe uno sopesar el voto en blanco o la abstención? Por supuesto, si bien cada cual tira la papeleta a la basura como mejor le place. ¿Cabe considerar, asimismo, el voto a los comunistas o nacionalistas? ¡En absoluto! No son partidos demócratas que aspiren a algo distinto que al abuso de poder. En resumidas cuentas: En las circunstancia actuales, votar al Partido Popular es lo que me pide la razón, ya habrá ocasión más adelante de sopesar otras opciones adentradas hoy en la utopía. Tratemos de ocuparnos ahora en ver cómo sacar a las siguientes generaciones de la enorme deuda en que nos deja ZP, para lo cual es preciso que nuestro voto vaya destinado a consolidar una amplia mayoría de la opción más útil.

Autor: Policronio
Publicado el 19 de noviembre de 2011

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios moderados.