Se han cumplido
los pronósticos y el PP ha obtenido una holgada mayoría absoluta –nada menos
que 186 diputados– en las elecciones celebradas este domingo y, libres al fin
de la lacra de los funestos Zapatero, Rubalcaba y compañía, Mariano Rajoy será
el presidente del gobierno español durante los próximos cuatro años.
Las
circunstancias en las cuales Rajoy se hace cargo de la presidencia, por todos
de sobra conocidas, son ciertamente complicadas y los problemas que habrá de
afrontar el nuevo presidente son de primerísima magnitud. La agenda presidencial
de los próximos meses se presenta cargada de asuntos cuyo carácter de urgencia
no permite la menor dilación a la hora de encararlos. La hora es grave, pero
esta misma gravedad proporcionará en mayor grado a Rajoy la posibilidad de
demostrar hasta dónde alcanzan sus verdaderas dotes de estadista.
En el terreno
económico, Rajoy tiene que actuar inmediatamente y tomar, con resolución y
valor, todas aquellas medidas encaminadas a que la dramática situación que
padecemos deje de ir a peor como campo base para iniciar el durísimo ascenso
hacia cumbres más desahogadas. El PP ha hecho de la pésima ejecutoria económica
del PSOE el eje sobre el que ha girado su campaña electoral: es por tanto ahora
su turno para demostrar que sus promesas van acompañadas de recetas y
soluciones válidas.
Sobre la mesa de
trabajo del todavía no estrenado presidente espera también el expediente
candente de gestionar el problema del terrorismo etarra. Al alcance de Rajoy
parece estar el acabar de una vez por todas y para siempre con ETA. Esperemos
que sepa hacer honor a la palabra dada de no hacer ningún tipo de concesión a
los asesinos y que el hipotético fin de la dictadura del terror no signifique
el triunfo de los criminales y sus compañeros de viaje.
Tendrá asimismo
Rajoy que posicionarse con claridad sobre otros temas no menos apremiantes.
Veremos qué actitud y resoluciones adopta (si las toma) ante la nefasta
situación de la educación en España y el adoctrinamiento en las escuelas
camuflado bajo el eufemismo Educación para la Ciudadanía, ante el aborto, ante
una más que necesaria regeneración institucional, ante los nacionalismos
secesionistas, ante el revanchismo guerra civilista que supone la ley de
Memoria Histórica, ante la discriminación por razón de sexo o ante la nula
relevancia de España en el escenario internacional… cuestiones ninguna de ellas
de entidad menor y sobre las cuales Rajoy habrá, ineludiblemente, de
posicionarse sin ambigüedades y tomar decisiones desde su cómoda mayoría absoluta.
Tiene el señor
Rajoy la gran oportunidad de prestar un gran servicio a su país y la indudable
gravedad del presente momento –que supone, sin duda, una dificultad añadida– ha
de servir de estímulo e incentivo para el líder popular. En cualquier caso, hay
que conceder crédito a Rajoy, esperar acontecimientos y desearle toda suerte de
éxitos, que redundarán en beneficio de todos los españoles. En su mano está no
defraudar a los millones de votantes que han depositado su confianza en él y
convencer de sus bondades como gestor a quienes han otorgado su voto a
cualquier otra opción política o a ninguna. Ojalá, por el bien de España y los
españoles, lo consiga.
Publicado el 21 de noviembre de 2011
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