Rubalcaba dice que lloró de emoción. Zapatero no cabe en sí de gozo. Rajoy lo calificó de “gran noticia” y aseguró que “no ha habido concesiones políticas”. El Príncipe de Asturias cree que los terroristas de ETA “asumen su derrota”. Estas han sido las reacciones de algunas personas especialmente representativas de la vida política española ante el comunicado en el que ETA ha anunciado “el cese definitivo de su actividad armada”.
Por otra parte, Mayor Oreja piensa que el comunicado de los etarras es “el apogeo de la mentira” y “un proyecto pactado”. Entiende Esperanza Aguirre que “los comunicados de ETA tienen credibilidad cero”. Y, a tenor de lo expuesto por la organización terrorista, creo yo que la postura de Mayor Oreja y Aguirre es la más ajustada a la realidad.
En principio, el hecho de que una banda de asesinos renuncie al uso de la violencia es una excelente noticia. Pero ETA ni se disuelve ni entrega las armas y su comunicado del pasado jueves –que coloca en un mismo plano de igualdad al Estado que a los violentos y recibido en general con excesiva euforia– no es precisamente un canto ni a la concordia ni a la paz y deja entrever que el fin de los asesinatos está supeditado a la concesión de ciertos beneficios. Veamos qué dicen los terroristas:
“ETA considera que la Conferencia Internacional celebrada recientemente en Euskal Herria es una iniciativa de gran trascendencia política. La resolución acordada reúne los ingredientes para una solución integral del conflicto y cuenta con el apoyo de amplios sectores de la sociedad vasca y de la comunidad internacional”.
En su discurso habitual, insisten los terroristas en el carácter político de un conflicto que no existe: aquí lo único que hay es una caterva de asesinos que han optado por verter sangre ajena en lugar de escoger la vía política y pacífica para intentar lograr sus propósitos. La resolución de la dichosa conferencia nace, pues, viciada, inválida y pervertida: no se puede dar soluciones políticas a lo que no son litigios de tal índole. Contra los asesinos sólo son admisibles soluciones policiales y judiciales.
“En Euskal Herria se está abriendo un nuevo tiempo político. Estamos ante una oportunidad histórica para dar una solución justa y democrática al secular conflicto político. Frente a la violencia y la represión, el diálogo y el acuerdo deben caracterizar el nuevo ciclo. El reconocimiento de Euskal Herria y el respeto a la voluntad popular deben prevalecer sobre la imposición. Ese es el deseo de la mayoría de la ciudadanía vasca”.
Nos cuentan los etarras –y tal vez no yerren– que ellos marcan, desde la irracionalidad de las bombas, los tiempos políticos y las oportunidades históricas de España. La mención a la justicia y la democracia en boca de los criminales etarras que reclaman “una solución” es nauseabunda y vomitiva. Los profesionales de la pistola y el tiro en la nuca – que tienen la desfachatez de referirse a “la violencia y la represión”– exigen el diálogo que ellos han negado a todas y cada una de sus víctimas y “respeto a la voluntad popular” (de la que parecen ser, en virtud de desconocidos títulos, exclusivos intérpretes), que ha de “prevalecer sobre la imposición”, imposición que ha sido y es santo y seña de ETA: la imposición brutal de su dictadura, únicamente fundamentada en la barbarie y el terror.
“La lucha de largos años ha creado esta oportunidad. No ha sido un camino fácil. La crudeza de la lucha se ha llevado a muchas compañeras y compañeros para siempre. Otros están sufriendo la cárcel o el exilio. Para ellos y ellas nuestro reconocimiento y más sentido homenaje”.
Tal vez el párrafo más revelador de todo el comunicado “de paz”. No reniegan los terroristas de su trayectoria criminal. Al contrario, la asumen, la reivindican y creen que les ha rendido buenos réditos: legitiman por tanto los asesinatos como medio eficaz y válido para la consecución de sus objetivos y quienes conceden crédito a este comunicado, consciente o inconscientemente, también lo están haciendo. Ni una mención a las víctimas de su actividad delictiva al tiempo que se lamentan y homenajean a sus compañeros muertos en “la crudeza de la lucha” y por los que “sufren cárcel o exilio”. ¡Qué asco, Dios mío! Hace falta ser canallas malnacidos para tergiversar con tamaña desvergüenza la realidad de los hechos y convertir a los verdugos en víctimas; a los culpables en inocentes: aquí víctimas e inocentes sólo son (somos) los que han (hemos) padecido durante largas décadas el terror impuesto por ETA. La lectura de este párrafo echa por tierra cualquier atisbo de credibilidad que pudiese tener –que indudablemente no la tiene– esta pantomima de los etarras y sus adláteres.
“En adelante, el camino tampoco será fácil. Ante la imposición que aún perdura, cada paso, cada logro, será fruto del esfuerzo y de la lucha de la ciudadanía vasca. A lo largo de estos años Euskal Herria ha acumulado la experiencia y fuerza necesaria para afrontar este camino y tiene también la determinación para hacerlo. Es tiempo de mirar al futuro con esperanza. Es tiempo también de actuar con responsabilidad y valentía”.
Más de lo mismo: imposición, reivindicación de sus crímenes… y esperanza, vocablo repugnantemente obsceno en la boca de los asesinos. Esperanza en todo caso para ellos de eludir la acción de la justicia en virtud de esta burla macabra hecha a la democracia y a los ciudadanos de bien. La misma esperanza que, a golpe de nueve milímetros y goma 2, han denegado a los miles de damnificados por sus acciones criminales. Y aun se atreven a mentar la responsabilidad y la valentía quienes han hecho de la infamia y la cobardía su sistema de vida.
“Por todo ello, ETA ha decidido el cese definitivo de su actividad armada. ETA hace un llamamiento a los gobiernos de España y Francia para abrir un proceso de diálogo directo que tenga por objetivo la resolución de las consecuencias del conflicto y, así, la superación de la confrontación armada. ETA con esta declaración histórica muestra su compromiso claro, firme y definitivo. ETA, por último, hace un llamamiento a la sociedad vasca para que se implique en este proceso de soluciones hasta construir un escenario de paz y libertad”.
Y al fin, después de tanta propaganda rebosante de satisfacción por su criminal ejecutoria asesina –ni una palabra de arrepentimiento, ni un asomo de autocrítica, ninguna solicitud de perdón, ni el más leve atisbo de remordimiento por todo el daño causado…tan sólo demagogia, cinismo, orgullo y referencias al propio e imaginario sufrimiento– anuncia ETA el fin de sus atentados terroristas y, parece que de Estado soberano a Estado soberano, reclama un proceso de diálogo con España y Francia que habrá de construir “un escenario de paz y libertad”: si ETA se ha convertido en epítome de la paz y la libertad, mal vamos.
Para que este comunicado –en el que ETA, diga lo que diga don Felipe, para nada asume su derrota– fuese creíble tendrían los etarras que haberse dejado de retóricas triunfalistas y auto glorificadoras, haber anunciado su inmediata disolución y entregar sin condiciones sus mortíferos arsenales. Al no ser así, parece claro que ETA, consciente de que su estrategia asesina no conducía –nunca lo ha hecho– a ningún lado, con esta “oferta de paz” sólo pretende salvar todo lo salvable. Que no es poco: impunidad, amnistía, reconocimiento de ciertos “derechos” sólo existentes en su perturbada imaginación, borrón, cuenta nueva y aquí, miles de víctimas después, no ha pasado nada. Y con las armas en su poder a modo de factor de coacción al Estado. Este comunicado en nada debería cambiar la que ha de ser línea de actuación contra los terroristas armados: que la policía haga su trabajo, los jueces el suyo y que los violentos den con sus huesos en la cárcel. Cualquier negociación o concesión a los etarras no será sino la pusilánime claudicación ante esta cuadrilla de asesinos y la estrepitosa derrota de la democracia, con lo cual todos, excepto los etarras y sus amigos, habremos sido derrotados.
Autor: Rafael Guerra
Publicado el 22 de octubre de 2011
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