Una de las características inherentes al desdichado gobierno que venimos padeciendo desde hace ya siete largos años es su belicoso y despiadado anticlericalismo, con la religión católica como destinataria de continuos e injustificados ataques. Como no podía ser de otra forma, quien siembra vientos recoge tempestades, y al amparo de un gobierno tan sectario como intransigente, se están convirtiendo en tristemente frecuentes las ofensas y agresiones de grupos radicales contra la supuestamente garantizada libertad religiosa de no pocos ciudadanos.
Últimamente, las universidades se han convertido en el ámbito de actuación preferido por los liberticidas anti religiosos, dignos émulos de sus antecesores de los años treinta, para llevar a cabo sus tropelías y violencias contra los católicos. Los hechos recientemente acaecidos en la capilla del campus de Somosaguas o en el de Moncloa de la Universidad Complutense son buena prueba de lo anteriormente expuesto.
Así, la caterva de bárbaros que el pasado día diez irrumpió a sangre y fuego en la capilla de Somosaguas aprovechó la ocasión para criticar a la Iglesia Católica, proferir insultos contra el clero y, no contentos con semejantes hazañas, varias jóvenes se desnudaron en el altar de cintura para arriba al tiempo que alguna de las desvergonzadas nudistas alardeaban de su condición de lesbianas.
Lo sucedido en el campus de Moncloa tampoco es cuestión menor. Allí, pandillas de energúmenos descerebrados se encierran en la capilla de la facultad de derecho para, según denuncia Paula Nieto, presidenta de la Delegación de Estudiantes, amedrentar a los reunidos, fumar porros y beber cerveza, mientras vociferan alegres consignas como “alejad vuestros rosarios de nuestros ovarios”.
La asociación ultra izquierdista de ¿estudiantes? “Contrapoder” (sería más propio hablar de asociación de sinvergüenzas “Con el poder”) responsable de las gamberradas en la capilla del campus de Moncloa, en alarde de cinismo sin parangón, alega no haber “destrozado nada ni agredido a nadie” (si aún habremos de estarles agradecidos a esta turba de matones); manifiesta parecerle “mal que se amenace a alguien” (¿a quién pretenderán engañar estos camorristas de poca monta?) y justifica sus ataques a las libertades ajenas argumentando que “la Iglesia ha sido una aliada de la dictadura nacional católico fascista” (está claro que sobre qué es el fascismo saben lo mismo que de respeto al prójimo y sus libertades: cero o nada).
Decía Benedicto XVI durante su última estancia en España que existían peligrosos paralelismos entre el actual anticlericalismo y el vivido durante la Segunda República, y sabido es cómo acabó entonces la historia. Desgraciadamente, parece que el papa no va desencaminado en su apreciación. Las agresiones, amparadas por el gobierno, contra las creencias religiosas significan atacar en lo más profundo a buena parte de la población y no es descabellado pensar que estas arbitrariedades pudiesen llegar a desencadenar una reacción de defensa. Quiera el cielo que no llegue a suceder lo que muchos no queremos que suceda (en otros no lo tengo tan claro) y que el lodo de odio y rencor engendrado desde el poder durante el desventurado régimen zapaterista no acabe enfangándonos hasta el cuello a todos.
Autor: Rafael Guerra
Publicado el 12 de marzo de 2011
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