domingo, 2 de diciembre de 2018

La represión lingüística consentida


Si alguien llegara a preguntarme cuál es el primer problema de España, a bote pronto seguramente le diría que es el incompetente Zapatero. Pero si meditara bien la respuesta no podría seleccionar sólo un problema: deberían ser al menos tres. Pues bien, uno de ellos queda perfectamente descrito por el titular que en estos momentos en que escribo encabeza la portada de Libertad Digital: "Treinta años de represión lingüística". En Cataluña, por supuesto. 

Tan dilatado plazo de represión, pasmosamente de 30 años y contando, determina ya lo aberrante de una situación política cuyos gobiernos de España han sido incapaces de ver más allá de sus narices en el tema lingüístico catalán. Sucedió así con la UCD, que gobernó hasta finales del 82, pasando por el PSOE de González, la doble legislatura de Aznar (una de ellas con mayoría absoluta) y finalmente el calamitoso ZP, un horror de 8,9 grados (sobre 8) en la escala cataclísmica de la política. 

Para los nacionalistas catalanes, el idioma catalán lo es todo. Sin el idioma que ellos consideran propio y tratan de imponer a cualquier precio, mientras al mismo tiempo aspiran a destruir el castellano de cualquier ámbito en el que influyan, el nacionalismo no sería nada ni tendría razón alguna de ser. Y lo saben de sobras. Alrededor del idioma catalán, normalizado por Pompeu Fabra en 1932 (adviértase la fecha tardía), ha surgido un mito a partir del cual hoy se habla de independencia como respuesta a cada una de las ilegalidades que el Tribunal Constitucional o el Supremo sentencian en contra de la 'Generalitat'.

Diríase, por lo tanto, que la represión lingüística practicada por el nacionalismo catalán, que solamente en 2010 ha impuesto 205 multas por rotular en castellano (algo asombroso si se repara en que se sanciona el idioma oficial español), ha ido siempre encaminada a crear el ambiente adecuado, de victimismo y enfrentamiento, que justifique el separatismo. Ha sido, pues, una labor de 30 años en la que se ha recorrido un camino tan artificial como alevoso y siempre destinado al cisma final, al estado propio. La coartada ha sido el idioma, sobre todo el idioma, pero también el "España nos roba" o el "viven de nuestros recursos".

Si hubiese que resumir en una sola frase la situación del nacionalismo en Cataluña, no andaría muy lejos de esta: Una infamia de tres décadas a la que no se le ve el fin como consecuencia de las actuaciones pusilánimes del Gobierno de España. 

Autor: Policronio
Publicado el 12 de marzo de 2011

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