Y comenzaré por el final: Mañana voy a votar al PP. En política, una actividad tan cargada de imperfecciones como personas la practican, existe un axioma en el que creo firmemente: La ley del mal menor. Cuando haya un clamor con la suficiente fortaleza y argumentos para que otro partido más decente destaque (hoy por hoy lo de UPyD no va mucho más allá del despecho personalista), yo seré el primero en unirme a él, en votarle y en promover su difusión. Entretanto, una buena pinza para taparse la nariz, acercarse al colegio electoral y escoger allí las papeletas del Partido de Rajoy, un individuo sin burbujas que no da la talla de lo que hoy necesita España. Pero es lo que hay y encima las elecciones son locales y autonómicas, con políticos del PP en mi región y en mi pueblo que tienen algo más de fuste que Marianico. O mejor dicho, no hay nada más que pueda considerarse una alternativa seria, de las que apenas rozan el testimonio virtual de los antitaurinos. Y que nadie me hable de no votar o de hacerlo en blanco, que es como repartir a cupones entre las listas más variopintas el "vale por cuatro años y a ver lo que hacéis, ¡cabritos!".
Con la indecente complicidad de esa media España a la que no le importa vivir del cuento (¡más Estado, más madera!) y que sea la otra media la que pague la juerga, que tenemos un país en bancarrota moral y económica donde el único "culpable" es Aznar, según se dice a todas horas desde el estercolero zapaterino, debe recordarse que el propio Zapatero comenzó su andadura echándose durante dos años a la calle (No a la Guerra, Nunca Mais, etc.) y va a concluirla, si es que los acontecimientos no le obligan a adelantar las generales, con todo un año de gente en "reflexión" indisoluble y tumultuaria a la que él "se sumaría gustoso si tuviera 25 años".
Porca miseria de individuo, tan alegremente irresponsable que podría jurarse que nadie le ha dicho aún, ni él lo ha adivinado, que lleva dos legislaturas casi completas presidiendo el Gobierno de España. Y no es que le joda presidir ese gobierno, o cualquier otro que suponga el disfrute de una poltrona, mando en plaza y sueldo inalcanzable en la actividad privada, sino que sea de una nación todavía llamada España, un concepto discutido y discutible (como nación) cuya bandera, al contrario que las sabinianas y las anarquistas que proliferaron en Sol, no fue aceptada por esos "indignados" que ZP admira. ¡Cómo no vamos a tener antisistemas de última generación y a "puntapala" si el jefe del Ejecutivo es el primero de ellos y nada más ganar después del 11-M unos cuantos con ideología de Sol le gritaron "no nos falles"!
En un escalón inmediatamente inferior, si bien con la batuta de director de escena en una mano y en la otra todo el poder del Estado, usado a menudo para la fechoría o la conspiración interesada, se encuentra Pérez Rubalcaba (lo de Pérez lo anoto para que se advierta que es mortal, políticamente hablando, claro), quien ha decidido ordenar la elaboración de dictámenes al "dente", a cargo de la Abogacía del Estado o cualquier otro grupo a los que le paga la nómina, para no acatar en absoluto esas resoluciones de la Junta Electoral Central o del Supremo en respuesta a los comunistas, que definen como una ilegalidad las concentraciones "antisistema" en Sol y otras plazas españolas. "Vosotros, ponedme cuarto y mitad de informes jurídicos que respalden el desacato evidente, no vaya a ser que algún día tengamos democracia de verdad y mi transgresión de la ley aún no haya prescrito".
Hay un chorro de razones para querer la regeneración política de España, que es lo que piden los de Sol aunque descarten la palabra España y ellos, en realidad, apunten a una regresión más bien de índole marxistoide o anarcoide (con todo nacionalizado), además de republicana, lo que es un tema claramente menor vistos los últimos desistimientos del Borbón y las consignas lanzadas contra su prole, entre las que destaca esta: "Queremos un pisito como el del principito".
Otra de las frases que se han pronunciado a grito pelado y en varias ocasiones, respaldada por un amplio número de los indignados, ha sido la de definir a la presidenta madrileña como una "hija de puta". Frase que será muy liberal para quienes la pronunciaron, auto concediéndose la liberalidad de eructarla colectivamente, si bien encierra la peor de las críticas insultantes a uno de los pocos políticos moderadamente liberales que tenemos: Esperanza Aguirre, cuya trayectoria de gobierno ha convertido a la Comunidad de Madrid en una de las zonas donde existe cierto bienestar a pesar del absoluto abandono en el aspecto financiero de ZP, que prefiere ofrecerle a los nacionalistas catalanes la parte del león destinada a infraestructuras.
Lo que ocurre es que la vía para llegar a esa regeneración que piden los de Sol no me parece que sea santo y seña de cualquiera que se considere un demócrata. De entrada, la ley debe respetarse y ellos no lo hacen basándose en lo que denominan "auténtica democracia popular", lo que no va más allá de una actitud asamblearia (al más puro estilo de Esquerra Republicana de Catalunya), con votaciones a mano alzada donde se impone casi siempre el que más grita, le echa más nervio o posee mayor cara de fiereza patibularia.
Tampoco aceptan la libertad de opinión entre sus propios seguidores, como se ha visto estos días cuando los periodistas han pretendido entrevistar a cualquiera que deambulase por la plaza madrileña, donde siempre ha surgido algún esbirro "asolado" echándole el chorreo al entrevistador y "ordenándole" que se dirigiera a uno de los coordinadores, mentalizados éstos para la ambigüedad exquisita y el "no nos vale ningún partido mayoritario". No y mil veces no, volver a la conjunción marxista-anarquista de tan infausto recuerdo en la Europa de entreguerras, no me parece a mí que regenere nada, sino todo lo contrario. Así que... me remito al primer párrafo. Simplemente, paso de los totalitarios.
Autor: Policronio
Publicado el 21 de mayo de 2011
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