¡Qué extraño es este mundo cruel! Tan extraño que en ocasiones se dan ciertas convergencias de casi imposible explicación. Insólito me resulta estar escribiendo este texto, pero cuando considero que alguien está acertado en sus planteamientos he de reconocerlo: Iñaki Anasagasti, y sin que sirva de precedente, tiene razón.
Entiende el senador del PNV que quien se dedique a la política debe hacerlo “como un servicio y no como una canonjía”. Llegado el caso, los políticos han de optar “por despacho o escaño” y debería imposibilitarse a diputados y senadores “percibir sueldos públicos distintos a los que sirven para remunerar su actividad como tales”. También opina Anasagasti que debería prohibirse a los cargos públicos “compatibilizar su mandato representativo con el desempeño de cualquier otra actividad privada de carácter profesional o empresarial”. Estoy completamente de acuerdo con Anasagasti.
No le faltarán argumentos a Iñaki Anasagasti para defender su postura. A nadie obligan a dedicarse a la política, con lo cual el político de turno habrá de asumir todas y cada una de las consecuencias de la opción libremente elegida. ¿Qué en la empresa privada se cobra más? Pues en tal caso ahí tiene usted la puerta, señor político, para irse a donde estime conveniente.
Si habitualmente resulta complicado cumplir con las exigencias derivadas de una sola ocupación profesional, mucho más lo será el atender a las de varias. En el caso de un político pluriempleado no sería descabellado suponer que dejase de dedicar las horas necesarias al servicio público para cumplir debidamente con su actividad en el sector privado: en este último se exigen resultados y quien no los cumpla ya sabe lo que hay; en la democrática cosa pública el nivel de exigencia acostumbra a ser considerablemente menor. ¿Se imaginan ustedes a Pajín y Aído ocupando un cargo de responsabilidad en una empresa privada? Yo no.
Por otra parte, numerosas empresas privadas mantienen relaciones, directa o indirectamente, con la administración pública. No parece muy asumible desde un punto de vista ético que don Fulanito de Tal, cargo público electo, haya de intervenir en cuestiones que puedan atañer a la empresa Florituras S.A., en cuyo consejo administrativo tiene reservado un cómodo sillón el señor de Tal. No pondré en tela de juicio la honestidad de don Fulanito, al que ni siquiera conozco, pero la mujer del César además de ser honrada tiene que parecerlo, digo yo. Y si, en el peor de los casos, don Fulanito es un jetas trincón de agárrate y no te menees, chaval, que les voy a contar que no sepan.
Ya ven, señores, que en esta vida todo es posible, incluso estar de acuerdo ocasionalmente con el senador del PNV Iñaki Anasagasti. Quien quiera dedicarse a la política que lo haga, pero creo que es moralmente inaceptable que diputados, senadores o cualquier otro representante público cobre de aquí y de allá: no se puede estar en misa y repicando, que quien sirve a dos amos con alguno, forzosamente, habrá de quedar mal.
Autor: Rafael Guerra
Publicado el 27 de junio de 2011
Publicado el 27 de junio de 2011
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