Ahora trabajo el doble y gano la mitad. Por culpa de zETAp, por supuesto. Más zETAp que nunca, por otra parte, pasándole la mano por el lomo a los perros asesinos de ETA y sus secuaces mediáticos y políticos, que son muchos y de momento no huyen.
De tal manera, que en la misma proporción se ha reducido mi tiempo para escribir en esta santa casa y más para leer lo que escriben los compañeros de Red Liberal [agregador de blogs recientemente desaparecido]. No obstante, en momento de solaz, de los que escasean, di en leer lo que el amigo José García Palacios escribía anteayer. Más que lo que escribió, los comentarios vertidos en el post, donde, por algún comentarista, se dejó caer, o se dio a entender, que los miembros de Batiburrillo somos de extrema derecha.
Desde luego que no soy dado a meterme en berenjenales de esta naturaleza y mucho menos ahora, que el tiempo es escaso. Lo que no quita que, aprovechando este rato, me permita disertar sobre las razones por las que no puedo ni pueden considerarme de extrema derecha, descartando, de paso, que sea liberal.
Vaya por delante, por toda explicación al respecto, que si Policronio o Rafael fueran de extrema derecha, yo, con mis seis dioptrías por ojo, sería piloto de Jumbo. Lo que no es el caso.
En cuanto al que suscribe, estoy convencido de que quienes un día sí y otro también están empeñados en que soy de extrema derecha, una de dos, o no han tenido la oportunidad en su vida de conocer a alguien de extrema derecha, o para ellos goza de tal condición cualquiera que no sea dado a lamerle el culo a la pijiprogresía nazifeminista y políticamente correcta que nos está llevando a la ruina moral, institucional y económica.
Y ello lo digo porque mi gata no es tonta. Sabido de todos es, y si no, ya era hora de que se enteren, que los que tenemos un gato o gata en casa, estamos ontológicamente impedidos para ser de extrema derecha. Y digo “los que tenemos un gato o gata en casa” y no dueños de los gatos, porque éstos no tienen dueño, si acaso anfitrión o esclavo en el peor de los casos.
Ya me dirán que sujeto de extrema derecha soportaría que su gato no le obedeciera jamás, que interrumpiera su merecido descanso del guerrero, nunca mejor dicho, colocándose en el lugar del sofá donde más jode o estorba, o que fuera despertado a las cuatro de la mañana, con un lametón en la punta de la nariz, porque el glotón tiene hambre, como casi siempre. Ninguno.
Lo que les digo: no soy de extrema derecha. Si lo fuera, tendría un perro, obediente, sumiso y medio tonto, que se conformara con comer una vez al día y gracias. Tal como a los socialistas de toda clase y condición les gustaría que fuera su “ciudadanía”.
Imagen: mundomascota.net
Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 30 de octubre de 2011
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