Vaya por delante que me parecen los mismos: los de los asaltos a las sedes del PP en la fatídica tarde del 13-M, los sediciosos del 15-M y los contramanifestantes de la Jornada Mundial de la Juventud.
Los mismos pseudorevolucionarios amparados por el poder que iba a venir y por el que finalmente llegó, porque es lo que les gusta: el poder. El hecho de que Rubalcaba, de una forma u otra, anduviera de por medio le da, además, ese tinte siniestro tan caro a los totalitarismos de todo pelaje.
Claro que los laicos tienen derecho a manifestarse. Y también los que no lo son. Faltaría más a estas alturas de la película. Y no porque lo diga yo, es que es un derecho recogido, que no otorgado, en nuestra constitución y que, como todos los derechos del hombre, es anterior a la organización estatal de nuestra convivencia. Por cierto, por mucho que se empeñen los laicos, si es que andan empeñados en algo que no sea armar bronca, los derechos del hombre, formulados por la civilización occidental, tienen sus raíces más profundas en los valores cristianos de la igualdad, la libertad y la caridad, en resumen, en la dignidad del hombre como individuo irrepetible e inalienable. Tan hijo de Dios uno como otro. Haya nacido en cuna, pesebre o al calor del carnet familiar del partido.
Pero no es el derecho de manifestación el que está en juego, por mucho que se empeñen los voceros de la extrema izquierda, por cuanto lo que se discute es el cuándo y el cómo de su ejercicio, que ya es una cuestión de orden administrativo, de policía o de buen gobierno.
Dicho ello, no acierto a comprender en medio de esta bronca que pretenden los laicos con impedir o empañar la visita del Papa a Madrid. Debo descartar, por la pequeñez del movimiento, que pretendan forzar la desaparición de la Iglesia Católica, como también debo descartar que pretendan manifestar su “superioridad” intelectual sobre el Papa, en una discusión sosegada sobre la eterna búsqueda de la verdad, en que anda empeñado el ser humano, desde que fue consciente de su mismidad. Y no podemos creer en serio que lo que pretenden es ahorrarle un pastón al erario público, porque ello no cuela ni está medianamente acreditado que la visita del Papa vaya costar más en seguridad que lo que cuesta cualquier visita de cualquier Jefe de Estado.
Entonces, como quiera que ni razones religiosas o presupuestarias empujan a los laicos a hacer el canelo, sólo cabe pensar que pretenden lo que viene pretendiendo la extrema izquierda desde que la constitución vigente, o no tanto, frustró la legitimación del Frente Popular, derrotado por Franco en el 39 del siglo pasado, como titular del poder político en España, es decir, arrebatar el espacio público, en rigor, hacer desaparecer de él, para siempre jamás, a todas aquellas fuerzas, corrientes, movimientos, grupos de pensamiento, individuos, instituciones, etc., que no comulguen con las ruedas del molino marxista y pagano que nos quieren imponer.
Y para ello -de momento, sólo de momento, a excepción de los terroristas etarras, no se atreven a la utilización pura y dura del asesinato como instrumento político- como sería inaceptable un asalto al poder al modo soviético, necesitan, por un lado, movilizar todo el voto marginal que aupó a zETAp al poder, en aquel fatídico 14-M y por otro, amedrentar al potencial votante de derechas, al modo etarra en las vascongadas, hasta encerrarlo en casa. Es en ello en lo que están y no pararán hasta conseguirlo, si es que no lo impedimos antes.
Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 20 de agosto de 2011
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