jueves, 6 de diciembre de 2018

Llámame Aldedo


Rubalcaba se confundió ayer cuando dijo: "Quiero pasar a ser Alfredo". Sin duda quiso decir "Aldedo". O lo que es lo mismo: Bartolo con un dedo solo. Y es que los militantes socialistas de base deberían de saber que la Ejecutiva de su partido, en contra de lo que han venido presumiendo, ha impuesto un candidato que en los próximos días será refrendado mediante el paripé de unas primarias ficticias. Lo que equipara de lleno al PSOE con el Partido Popular de Aznar, que dejó sucesor antes de marcharse y lo hizo en una elección muy similar. Con una diferencia, Rajoy fue respetuoso con su antecesor hasta el final de la legislatura, mientras que Rubalcaba no ha dudado en dar un "golpe de Estado" interno y postergar a su jefe, que desde entonces no deja de pasar frío mediático y cualquiera diría que nadie quiere enseñar a ZP delante de una cámara.


Otra cuestión que debería considerar la militancia socialista es la funesta catadura del candidato elegido. Comprendo que sea una elección en la que, sobre todo, haya influido la alta capacidad de practicar el juego sucio que se le adjudica, único método para no adentrarse en una segunda debacle electoral. Pero a poco que se medite, se llegará a la conclusión siguiente: Rubalcaba representa todo lo peor del PSOE vivo de esta etapa y la anterior, y digo vivo porque hay una tercera etapa con un PSOE aún peor, el de la II República y la Guerra Civil, donde la criminalidad de sus miembros se generalizó sobremanera.

Rubalcaba representa hoy, no hay más que echarle un ojo a su historial, la figura del mayor intrigante que ha dado la democracia desde la Transición para acá, cuyas actuaciones han bordeado a menudo las propias leyes, cuando no las ha socavado. Sea por complicidad, sea por iniciativa propia. Bastaría citar el caso GAL (Rubalcaba intentó comprara a Amedo) y la corrupción generalizada, en la primera etapa, y en la segunda las infracciones que siguieron al 11-M (acaba de ascender -¿para que no hable?- a un comisario procesado, Sánchez Manzano) o el infame caso Faisán, paradigma auténtico de alta traición.

Vemos, pues, que este fulano se ha envuelto durante años y años en un mundo de irregularidades, todas ellas impropias de un gobernante honesto, del que Dios nos libre si llega algún día al poder máximo, en cuyo caso España se convertiría en una... Detrás de los puntos, póngase la palabra adecuada. No, "Aldedo" en absoluto es el gobernante que nos conviene a los españoles. Deberían de creerlo así incluso los socialistas más fervientes. A condición, claro está, de que no sea el plato de lentejas lo que arriesguen, en cuyo caso no es la ética la que manda en ellos, sino el estómago, parte del cuerpo donde a menudo se decide la intención de voto en la izquierda, "Cejateros" incluidos. 

Autor: Policronio
Publicado el 2 de junio de 2011

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