jueves, 13 de diciembre de 2018

La 'madurez democrática' de Camacho, ministro de Interior


Desde que fue nombrado ministro el 12 de julio, Antonio Camacho no ha dejado de demostrarnos su vehemencia a la hora de practicar la arbitrariedad, el sectarismo y la nula capacidad para el ejercicio del cargo, el cual debería de consistir, sobre todo, en el mantenimiento del orden público y en la represión del delito. Pues ni lo uno ni lo otro, ni mantiene el orden ni pone en vereda a los delincuentes. Si acaso todo lo contrario, como ese guiño que supone para los más radicales izquierdistas el expediente a tres miembros de la Policía Nacional. De paso, suelta un comentario exculpatorio y alude a que autorizó la marcha anti-Papa para demostrar "madurez democrática"



Es decir, a sabiendas de que lo sucedido entre los cristianos y los violentos no acabó en un baño de sangre porque los peregrinos fueron gente muy sosegada, Camacho no deja de alentar a los "indignantes" para que perseveren en sus acciones callejeras. Unos "indignantes" de los cuales asegura, para no tener que condenar lo que evidentemente fue un cúmulo de excesos, que "los problemas en torno a este movimiento han surgido cuando algunos 'elementos radicales e incluso antisistema' se han aprovechado de la buena imagen de la protesta de los 'indignados' entre los ciudadanos".


Y digo yo, ¿qué clase de madurez y qué tipo de democracia suponen que unos cuantos radicales (varios cientos de ellos a juzgar por las fotos) se dedicaran a maltratar a los peregrinos de las JMJ? A esos provocadores el ministro Camacho les concede la condición de demócratas y respalda sus actuaciones a través de una frase envuelta en falsedad: "Se permitió que los ciudadanos que querían manifestar su queja pudieran hacerlo en unas condiciones en que no afectara a la vida ciudadana".


Para que lo sepas, Camachito, los católicos fueron "humillados, escupidos, orinados, amenazados de muerte, golpeados y zarandeados". ¿Eso es lo que tú entiendes por no verse afectada la vida ciudadana? Tus huestes de violentos, puesto que quien los respalda los hace suyos, llegaron al abuso sexual de una niña en silla de ruedas, a la que toquetearon sus partes mediante el mango de un látigo. Y quien justifica algo así, cuanto más si ha dado orden de no identificar a los violentos, sólo merece el calificativo de malvado o miserable. 


Lo tengo claro, Camacho es el típico representante del socialismo: un fulano mentiroso, manipulador, farsante, incompetente, totalitario, anticristiano y demagogo. Sin olvidarnos de que tiene todo a su favor, puesto que comparte responsabilidad con Rubalcaba en el caso Faisán, para adjudicarle asimismo la condición de felón al Estado. O sea, a España. Cualquier frase que pronuncie Camacho, como todos los inmorales de su especie, va encaminada siempre a favorecer a un determinado colectivo del que pretende extraer el mayor número posible de votos.


Son gente, los socialistas, que se nutren esencialmente de los muchos miles de asociales y marginales que van creando, por desgracia cada día más frecuentes en una sociedad sometida a la "Educación para la Ciudadanía", donde a toda costa tratan de inculcar el "todo vale". Donde ese todo vale supone santificar cualquier tipo de hedonismo, vicio o perversión. Donde la seriedad, la responsabilidad y el trabajo constante y bien hecho quedan muy alejados de cuanto se les inculca. Donde la agresión a la Policía, como se observa en la imagen siguiente, forma parte de la diversión de unos sujetos que se saben impunes.


Los marginales, repartidos a su vez en cientos de colectivos a cual más radical, suponen más de la mitad del voto socialista, de ahí que sean mimados a todas horas, de ahí, igualmente, que los hayan favorecido con millones y millones de euros de nuestro dinero. Y algo así, no nos engañemos, implica desde hace años una compra descarada del voto, tan descarada o más que esa otra modalidad practicada entre los terratenientes a finales del XIX y principios del XX, base sobre la que se quiso implantar, y justificar, la revolución marxista.

Considerando que la compra del voto practicada por el socialismo aún ha degenerado más que en el siglo anterior, es preciso reaccionar con energía para desalojar del poder a esa pandilla de prevaricadores. Cabe hablar, por lo tanto, de Camacho el Breve, un politicastro que confunde podredumbre con madurez y violencia con democracia.

Autor: Policronio
Publicado el 27 de agosto de 2011

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