“La cúpula de la Iglesia católica ha traicionado a Jesús de Nazaret. El cual ni condenó el relativismo -que tanto preocupa a Ratzinger- ni utilizó la violencia para eludir su crucifixión. Ni respaldó a la derechona de su época. Hizo todo lo contrario y eso le costó la vida”. Palabra de Enrique (ahora Enric) Sopena.
Me vanagloriaba yo con toda justicia de la gran cantidad de conocimientos que, como la hormiguita de la fábula, voy atesorando al estudiar con detalle los impagables escritos con los que acostumbran a instruirnos a la plebe los intelectuales de izquierda, y citaba como evidente ejemplo al ilustre Enric (antes Enrique) Sopena, gracias al cual hemos sabido que fue la derechona judía de la correspondiente época, digna antecesora de la que actualmente padecemos, la que vil y alevosamente crucificó a Jesucristo.
En una anotación en Batiburrillo, el habitual comentarista, señor Espectador, hacía la siguiente reflexión: “Por otro lado, ¿en qué quedamos? ¿Los cristianos no son los malos de la película?” Pese a considerar que lo expuesto por el maestro Sopena contesta sobradamente a estas preguntas, me extenderé brevemente en la respuesta, en eficaz alarde del amplísimo bagaje intelectual que me han proporcionado las horas provechosamente consumidas leyendo “El Plural”.
La cuestión resulta bien sencilla de entender. Como magistralmente nos ha explicado Enrique, Jesucristo era un izquierdista de tomo y lomo a la par que un relativista moral de agárrate y no te menees: todos sus dichos y hechos permiten sostener sin posible refutación las anteriores afirmaciones. Aun así, pondré un irrebatible ejemplo para los más incrédulos: un día Jesús fue a una boda y, ¡cahís en la mar!, se acabó el vino. ¿Qué hizo Jesús? Convertir agua en vino del bueno para que la fiesta no resultase deslucida. ¿Qué hubiese hecho un malvado capitalista derechón? Comprar a coste de saldo una tinaja de vino peleón y avinagrado, aguarlo y montar un tenderete en pleno convite para venderlo a precio de oro y esquilmar al pueblo. Espero que después de tamaña demostración de erudición nadie ose impugnar mi extraordinaria argumentación.
Dicho lo dicho, continúo: Ocioso es explicar que la izquierda es buena, ya que siempre está luchando para que el pueblo sano prospere en todos los ámbitos y, por natural oposición, la derechona es mala y siempre quiere perjudicar al pueblo honrado y trabajador. Por tanto en aquella época Cristo y sus seguidores, notorios izquierdistas ellos como indiscutiblemente he demostrado, eran los buenos. Ése y no otro es el verdadero motivo que impulsó a la maléfica derechona judía, los Aznar y Aguirre del momento, para entendernos, a crucificarlo al ver peligrar sus capitalistas e imperialistas privilegios: está claro que la derechona nunca cambiará.
Transcurridos los años, en fecha que no puedo precisar, la Iglesia Católica traicionó (ya en el taimado derechón Judas Iscariote encontramos un vergonzoso precedente de doblez anti izquierdista) a Jesús y abandonó sus naturales y lógicos enfoques relativistas e izquierdistas para, dorándole la píldora a los ricos y poderosos, convertirse sin tapujos en derechona, derecha extrema o cristofascista según prefiera el lector, que en todo caso cualquiera de estas malévolas etiquetas denotan a la perfección el atroz calado de una felonía como probablemente no hayan conocido otra los siglos. Y así, en virtud de tamaña indignidad, los cristianos pasaron de ser izquierdistas buenos a convertirse en derechones malos enemigos del pueblo, como fehacientemente se encargan de demostrar día a día encadenando maldad tras maldad, provocación tras provocación.
Acabo por hoy, pero para convertir una exposición sobresaliente en digna de ser calificada con matrícula de honor condensaré la sabia teoría de Enric (antes Enrique) Sopena y la respuesta a los interrogantes del señor Espectador en fórmula de fácil aprendizaje:
IGLESIA ORIGINAL= IZQUIERDITA= BUENA.
IGLESIA ACTUAL= DERECHONA= MALA.
Autor: Rafael Guerra
Publicado el 12 de agosto de 2011
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios moderados.