Cinco millones veintiocho mil cuatrocientos cincuenta y ocho personas, cada
una de ellas con nombre y apellidos, constituyen el aspecto más siniestro y
dramático del pavoroso legado que nos ha dejado el señor Rodríguez Zapatero, tras casi ocho larguísimos años presidiendo el gobierno de España. A la vista
de tan catastrófica cifra de desempleados, la responsabilidad del señor Zapatero
por su negligente gestión económica es de magnitud colosal. Pero aun
revistiendo este cargo la suficiente gravedad para anatemizar a ZP por los
siglos de los siglos, creo que a Zapatero se le puede imputar otra acusación
infinitamente más grave: la de haber mentido de forma reiterada a todos los
españoles con el único afán de mantenerse en el poder.
Para llegar a
presidir España, a nadie se le exige –asunto bien curioso éste– ninguna
formación especial. El único requisito consiste en militar en uno de los dos
partidos mayoritarios y haber merecido o sabido medrar en él, bien por la
propia valía, bien por las consabidas intrigas palaciegas. De esta forma, y al
ser la osadía en ciertos personajes defecto sin mesura, no se puede descartar que
alguien cuyos conocimientos sobre economía sean nulos presida el gobierno de
esta nación. Como Zapatero, sin ir más lejos.
Tal vez sonase la
flauta y, merced a inverosímiles conjunciones planetarias, la cosa de los
números marchase cojonudamente bien. Acaso a esta quimérica conjetura fiase ZP
todas sus esperanzas. Pero no sucedió así. Y si Zapatero no sabía qué hacer
ante una situación económica que a los ojos de cualquiera degeneraba
inexorablemente, tenía dos opciones: dejar paso a alguien más capacitado para
afrontar la situación o bien mentir y engañar a sus compatriotas diciendo que
aquí no pasa nada para aferrarse al poder como el náufrago al clavo ardiendo.
Desgraciadamente, primó el apetito de poder, Zapatero eligió la segunda opción y de aquellas aguas
vienen estos lodos. Trágicos lodos.
A Zapatero podrán
hacérsele múltiples recriminaciones y exigírsele múltiples responsabilidades,
pero siendo gravísima su sectaria incompetencia aun lo es más el hecho de haber
mentido reiterada y desvergonzadamente a todos los españoles: nos ha estafado y
esto, además de gravísimo, es imperdonable.
Autor: Rafael Guerra
Publicado el 3 de diciembre de 2011
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