Leo en la prensa digital que el filósofo y escritor señor Sampedro ha colgado en Youtube un vídeo en el que expone su opinión sobre la próxima visita de Benedicto XVI a España. Escandalizado se muestra don José Luis ante tal visita, hasta el punto de preguntarse irónicamente si los españoles “podremos hacer el amor durante la estancia del Papa en nuestro país para no herir la sensibilidad del señor” al no haberse autorizado una campaña de preservativos en los autobuses públicos.
“Monstruoso” le parece a Sampedro que haya que “financiar un turismo que tiene algo de religioso”, máxime cuando, parece ser, la Iglesia se dedica a “la colonización de las mentes infantiles en la primera infancia”, sentando así la base “para impedir que sean ciudadanos”. Rechaza también el filósofo la importancia del catolicismo en la España de hoy en día y, para demostrarlo, tira de estadísticas oficiales según las cuales “a misa no va más que el 27% (de la población)”. Siendo así, ve francamente injusto Sampedro que “los laicos tengan que financiar la visita del Papa”.
Desde esta página, me gustaría tranquilizar el ánimo del señor Sampedro. Esté o no el Papa en España, afortunadamente los españoles podremos hacer el amor las veces que nos dé la gana (siempre que haya con quien y que el cuerpo aguante, pero ésas ya son cuestiones privadas en las que ni entro ni salgo). No menos venturoso es que a estas alturas los preservativos sean conocidos por todo hijo de vecino sin necesidad de publicitarlos: basta con entrar a una farmacia o, en el caso de los más timoratos, acercarse furtivamente a una de las múltiples máquinas expendedoras de tales elementos para conseguirlos.
Creo además que la citada campaña condonera tiene más de provocadora que de promocional. Imaginemos que recibimos en España al señor don Pepito, presidente de la República de Chiquitistán. Imaginemos también que, por preceptos religiosos, el presidente don Pepito tiene vedado el acceso a los múltiples placeres que proporcionan el jamón y el vino. El hecho de que no se autorizase en el transporte público una casual campaña propagandística ensalzando las múltiples virtudes del jamón de bellota y del albariño gallego nada tendría de escandalizador: simplemente sería una muestra de respeto, deferencia y cortesía hacia un invitado.
Yerra el señor Sampedro al plantear la visita de Benedicto XVI en términos económicos, pero aun así alguna objeción se le puede hacer sobre el particular. La visita del Papa (al igual que la visita de cualquier alto dignatario extranjero) supondrá un coste para las depauperadas arcas del estado. Pero hemos de tener en cuenta que también supondrá un beneficio pecuniario para múltiples sectores: vaya pues lo servido por lo comido. Más grave me parece el dispendio de repartir millones de euros a fondo perdido destinados a fomentar chuminadas varias y que el personal se quede tan ancho y sin decir esta boca es mía.
Escasa cifra le parece a don José Luis ese 27% de población que asiste a misa, pero haciendo un sencillo cálculo se obtiene una cifra de porrones de millones de ciudadanos. A esto habría que añadir que, sin duda, en el restante 73% de españoles que no van a misa habrá un elevado porcentaje de personas de hondas convicciones católicas y que no renieguen de sus raíces. No creo yo, por ejemplo, que un partido político que obtenga diez millones de votos consiga reunir en sus mítines electorales a los dos millones setecientos mil simpatizantes que representarían el 27% de sus votantes.
Ahí se queda el señor Sampedro con su indignación, de igual forma que yo me quedo con la mía. Sin ir más lejos, esta misma semana presencié indignado como un par de arpías le echaban una bronca de campeonato a un joven padre porque éste le reñía (con cariñosa moderación, dicho sea de paso) a su niña de, calculo, no más de dos años por ir tirando papeles al suelo. Según estas entrometidas, a los niños en ningún caso se les puede reñir: hay que razonar y que el niño decida si quiere seguir ensuciando las calles o no. Probablemente las tías razonadoras estén en contra de que la Iglesia “colonice las mentes infantiles”; yo las veo más partidarias de la colonizadora Educación para la Ciudadanía que parece ser, visto lo visto, fértil vivero de demócratas.
Autor: Rafael Guerra
Publicado el 24 de julio de 2011
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