“Aquí en Corfú todo es posible”, pone en boca de Teodoro en la novela “Mi familia y otros animales” el escritor Gerald Durrell. Y, efectivamente, cualquier peripecia, por estrambótica que pudiese aparentar y protagonizada por extravagantes personajes, era susceptible de convertirse en realidad en la isla de Corfú, según la pluma de Durrell.
Pues bien, parece que España adquiere cada vez más similitudes con la mencionada isla griega. Con una sutil diferencia: las situaciones que en una novela mueven a risa, maldita la gracia que hacen en la vida real.
Muestra de lo anteriormente expuesto es lo que está sucediendo en la localidad guipuzcoana de Oñate, cuya alcaldía está en manos de los proetarras de Bildu. A los continuos ataques verbales que sufre la Guardia Civil –responsable, según los amigos de los terroristas, del “conflicto” existente en el País Vasco– se suma la convocatoria patrocinada por el movimiento “Fan Hemendik” (que cuenta con toda suerte de facilidades por parte del ayuntamiento) de una concentración el día doce de octubre en la que se exigirá que los agentes de la Benemérita abandonen Oñate. Lo dicho: parafraseando a Durrell, aquí en España todo es posible.
Mientras los guardias civiles destinados en Oñate se dediquen única y exclusivamente a cumplir con su tarea –y no dudo de que, efectivamente, así es– a nadie debiera molestarle la presencia de los mismos en la localidad vasca. A no ser, se me ocurre a mí, que los “molestos” de turno alberguen planes y propósitos de dudosa legalidad para los cuales la permanencia en el pueblo de los agentes de la autoridad pudiese suponer un freno. Si de aquellas aguas vienen estos lodos, el haber consentido a los amigotes de la banda terrorista ETA concurrir a las últimas elecciones municipales les permite a éstos beneficiarse de las ventajas de un sistema al que no guardan más lealtad que la crematística: cómodamente instalados en los ayuntamientos obtienen buenos dineros con los que seguir alimentando sus insaciables apetitos independentistas, apetitos que incluyen la infame maquinación contra las fuerzas de seguridad del estado. ¿Y el gobierno? ¿Qué hace el gobierno? Búsquelo usted, que yo no sé dónde está.
Como parece evidente que en España todo el monte es orégano, no descartemos que pronto los traficantes de armas y drogas convoquen manifestaciones para que desaparezca la vigilancia de puertos y aeropuertos, que jode un huevo y parte del otro. Ya puestos, los ladrones se manifestarán contra la perniciosa presencia de policías en las calles, que no hacen sino obstaculizar su lucrativo quehacer, y contra los fabricantes de cerraduras y candados, que es muy fastidiado tener que malgastar tiempo y energías al cometer un robo. Sinceramente, entre esto y lo de los tíos de Bildu o los de “Fan Hemendik” no advierto excesiva diferencia. Si Durrell levantase la cabeza se olvidaría de Corfú y se vendría a España: material esperpéntico y surrealista para sus novelas desde luego no le iba a faltar.
Autor: Rafael Guerra
Publicado el 9 de octubre de 2011
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