“Honradez, laboriosidad, prudencia y economía. He aquí las cuatro cifras de la clave del éxito”. He aquí, me gustaría añadir a la cita del clásico, unas cualidades que en ningún momento han acompañado al sujeto que aún manda en España. Y es que en el décimo aniversario de la subida a los cielos de semejante indigente moral e intelectual, éxito obtenido mediante el hallazgo de una bonoloto premiada que se encontró en la calle (la palabra bono es clave en este asunto) y que otros le empujaron a presentarla al cobro (daban por hecho que percibirían una sustanciosa comisión), lo menos que puede afirmarse de los efectos producidos por quien ha venido a ser un auténtico Atila para el solar de la patria común (sólo los insidiosos niegan tal concepto), es que resultan dignos de la más aciaga profecía de Nostradamus.
Estoy convencido de que ni siquiera hoy en día, mucho menos en sus catorce años de culiparlante (tiempo no le faltó para pensar y maquinar), este individuo es capaz de llegar a sopesar todo el daño que ha hecho: A España, a su propio partido (que ya veremos lo que tarda en remontar una vez pierda el poder), a cualquier institución del Estado (salvo las que está controladas por los separatistas y/o filoterroristas) y al conjunto mayoritario de los ciudadanos. Es decir, los españoles de a pie, como consecuencia del más cínico proceder de nuestros actuales gobernantes, hemos perdido la edad adulta.
El asalto al poder y al todo vale comenzó un aciago día, después del triste episodio del 11-M y la propaganda nauseabunda que le siguió, toda ella rozando el larguero del golpe de Estado y sintomática de la ética que en sus inicios se gastaba el fulano (luego aún ha sido peor). Pues bien, el ahora protagonista de la década ominosa, como ya se conoce entre los no deslumbrados por la explosión de este petardo (incluso entre las filas socialistas), ha venido a decirles recientemente a sus huestes: ‘Estamos mejor de lo que parece, lo vais a vivir’. No tengo ninguna duda de que ellos vivirán felices ese ‘estamos mejor’, al menos durante los dos años próximos, como tampoco la tengo respecto a que otros sufriremos a tope lo bien que vivan los zapaterinos.
Y es que hemos llegado a un punto en el que cualquiera que no viva con esplendidez de la subvención pública, fuente principal de riqueza para unos pocos y de miseria para los más, se encuentra ante el mayor de los desengaños posibles. Me refiero especialmente a los que aspiraban a vivir una larga etapa de libertad, prosperidad e igualdad ante la ley (superado el régimen anterior mediante lo que se consideró una transición modélica), y que hoy se encuentran justo con todo lo contrario: arbitrariedades por doquier, declaraciones continuadas para vulnerar las normas más elementales y… miseria económica, mucha miseria, sobre todo para esos cinco millones de desempleados a los que poco o nada les consuelan las palabras de ZP-Atila.
Y lo malo del caso es que no se le ve un recambio a tanta desgracia, me refiero a un recambio que no apareje la resignación al régimen político imperante, donde el hartazgo podría degenerar en amagos de violencia callejera, síntoma, este último, de la llegada al poder de un nuevo populista que nos adentre en otra dictadura más o menos disimulada, como la de ahora. Y serían tres en poco tiempo.
Autor: Policronio
Publicado el 23 de julio de 2010
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