Mucha gente y muchos analistas políticos y económicos hablan de lo que debería hacer tal líder de tal partido político o tal otro por el bien del país. No parecen darse cuenta de que los partidos políticos establecidos se han convertido en empresas que viven del erario público y que colocan a miles de personas, sus empleados, en altos cargos políticos, para gestionar ingentes cantidades de millones de euros que vienen de los impuestos. Es decir, los partidos colocan en la cúspide a personas cuya principal responsabilidad es actuar de acuerdo con los principales intereses de la empresa: situar al mayor número de militantes, familiares y amigotes en cargos bien retribuidos y con acceso a la gestión del dinero público.
De ahí la dificultad de que un líder de partido pueda abordar reformas estructurales. Las auténticas reformas estructurales implican disminuir el número de altos cargos políticos y él no ha sido encumbrado a ese puesto con ese objetivo. El hecho de que exista una fuerte ideologización en amplias bases de votantes, que son fieles a su partido pase lo que pase, refuerza y facilita esta especie de degradación de la política. El gran grueso de fanáticos socialistas votan al PSOE, los nacionalistas a CIU, PNV, ERC, BNG y similares. Y por exclusión, el PP se nutre de votos de católicos, conservadores, liberales y otros asustados ante lo que hay enfrente. Con una base sólida de votantes, cada partido político puede dedicar sus esfuerzos principales a sus intereses.
Los partidos políticos son empresas, pero son empresas nefastas para el ciudadano. Su propia estructura parece diseñada para la promoción de lo más mediocre. No pueden permitirse el lujo de que medren en su seno personas competentes que puedan resultar demasiado reformistas que pudieran poner en peligro los miles de puestos de trabajo bien remunerados de que los partidos disponen en las diferentes administraciones. Así, han conducido finalmente a España a un caciquismo y corrupción que la han puesto al borde de la desintegración y de la ruina. Pero para ellos, para los partidos, nunca hubo tiempos mejores. Sus líderes han ido escalando hacia los puestos mejor retribuidos, puestos que en muchas ocasiones se crean ad hoc para situar a personajes concretos. Nunca los partidos tuvieron a tanta gente de los suyos bien situada. Y es que el sistema autonómico es el sistema perfecto para la multiplicación de los cargos y los peces.
Autor: Bucan (Firmas invitadas)
Publicado el 23 de julio de 2010
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