No es la justicia, al arbitrio del gobierno socialista y de los partidos que designan a los jueces; ni la economía, algo más que al dente en algunas regiones; ni la sanidad, ofrecida mezquinamente desde hace tiempo por unas autonomías encastilladas. No, nada de eso hace que los españoles vivamos en una patria común y nos sintamos a gusto en el mismo país. Tampoco el Jefe del Estado es acogido bien en todas partes, ni los símbolos de la Nación, como son nuestro himno o nuestra bandera, concitan simpatía unánime, sino que son cuestionados y silbados en numerosas ocasiones. Ya no hablemos de la educación, transferida, dispersada y adulterada, sobre todo en lo que atañe a la Historia de España, al poco de crearse el actual régimen. No señor, nada de lo antedicho representa hoy la unidad. Zapatero ha hecho muy bien su trabajo, intensificando durante seis años lo que ya olía a podrido como consecuencia de una partitocracia entregada a los secesionistas. Eso sí, con la anuencia de un PP acobardado durante esos seis años e incapaz de poner en la calle a los patriotas.
Es evidente, pues, que las circunstancias descritas anteriormente responden a escenarios o sentimientos que ya no compartimos todos ni nos afectan al conjunto de los españoles, puesto que cada autonomía va a su bola y trata de profundizar a todo trapo, como único empeño, en su propia y exclusiva cohesión regional. Solamente nos queda un elemento aglutinador, quizá por muy poco tiempo, que da una idea de la unidad de España: el idioma español, hablado todavía, con mayor o menor dificultad, con uno u otro acento, en la totalidad de nuestro territorio. Y es al idioma a lo que hoy quiero referirme, ya que hace un par de días se aprobó en el Senado una propuesta nacionalista para convertirlo en una Cámara en cinco idiomas.
Junto al Congreso de los Diputados, el Senado es donde reside la soberanía de la Nación, repito, de la Nación, nunca de este o aquel territorio en particular. Cada uno de los senadores, igual que los diputados, nos representa a todos. De ahí que me haya parecido una claudicación (quizá lo apropiado sería hablar de traición) que el Partido Socialista (mejor quitarle la O de obrero y la E de español) haya respaldado con sus votos ‘la propuesta, presentada por 34 senadores de mayoría nacionalista, [que] ha salido adelante por 134 votos a favor y 122 en contra, estos últimos del PP y de UPN, únicos partidos que se han opuesto a la iniciativa’
Para aclararnos, que los nazis regionales quieran destruir el único vínculo que los españoles poseemos en común, el idioma, es algo que puede llegar a entenderse; pero que las huestes del Atila ZP respalden un hecho semejante, solamente da una idea del instinto destructivo que anida en el personaje y de la extremada cobardía de sus subordinados, incapaces ninguno de ellos de rebelarse o dimitir. Ahora sí que creo cierto el pronóstico de Alfonso Guerra: ‘España no la va a conocer ni la madre que la parió’. Los españoles, en lugar de dispersar el voto en 2012, votar en blanco o abstenernos (que es casi lo mismo), para nuestra supervivencia debemos fijarnos un objetivo prioritario, angustiosamente prioritario: Expulsar de la Moncloa al indeseable que ahora manda. Después ya veremos qué se hace con el PP y el blandengue Rajoy.
Autor: Policronio
Publicado el 30 de abril de 2010


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