Clic aquí para agrandar la imagen
En este reencuentro con Batiburrillo tras mis vacaciones de primavera, voy a escribir de algo que he comprobado directamente en una de las poblaciones donde tuve la fortuna de recalar, Salamanca. Pero antes debo anotar que la ciudad me ha perecido tan deslumbrante como majestuosa, además de muy cuidada y con un ambiente festivo, muy alejado de la delincuencia, donde se me han pasado en un suspiro los ocho días que he usado en patearla. Sí, Salamanca es una de esas ciudades de tamaño medio que ningún mortal amante de la cultura y el arte debe dejar de visitar. Y si es posible tomarse su tiempo para ello. Encontrará allí docenas y docenas de razones en forma de palacios y edificios notables con los que extasiarse en su contemplación. Yo no la conocía, de ahí mi escapada desde Murcia, y vuelvo más que satisfecho.
Ahora bien, uno de los museos de Salamanca ofrece una muestra de la obsesión zapaterina por transformar nuestra historia reciente y convertir en héroes o mártires a un puñado de canallas que a menudo incurrieron en los más graves delitos. Me refiero a ciertos personajes de la II República y la Guerra Civil que hoy han sido transformados en ídolos a través de esa ley nauseabunda conocida como ‘Memoria Histórica’, la cual suele omitir sistemáticamente la parte criminal de las ‘figuras’ que ensalza. El museo de Salamanca a que me refiero no es otro que el ‘Archivo General de la Guerra Civil Española’, rebautizado por obra y gracia del sectarismo en ‘Centro Documental de la Memoria Histórica’. Es decir, en un foco apologético de la izquierda delincuente o asesina, cuando no de la ideología que les sustenta.
Pues bien, en el citado centro pude advertir tres zonas accesibles al público, cuya libre entrada no dejó de ponerme la mosca sobre la oreja y obligarme a que me formulara esta pregunta: ¿Qué querrán que veamos para dejar que entremos de balde? Casi de inmediato me llegó la respuesta. Las áreas de libre acceso eran: Una exposición denominada ‘Retratos desde la prisión’, una sala de proyecciones cinematográficas y una recreación, con material original incautado durante la guerra, de una logia masónica. Hasta aquí todo normal, o casi, puesto que en los tres recintos podían contemplarse ciertas secuelas, documentos, enseres o testimonios de la Guerra Civil.
Lo primero que me llamó la atención es que en la sala de proyecciones se emitiese un documental de lo más apologético sobre la masonería, donde a los miembros de esa actividad secreta (nada de discreta) se les distinguía poco menos que como a uno santos y, en cualquier caso, se les adjudicaba siempre un marcado temperamento filantrópico. Al final de la proyección se invitaba a visitar el salón masónico contiguo y allí que me dirigí, donde igualmente pude comprobar que, entre piropos continuados a la masonería, la megafonía iba explicando el significado de cada uno de los símbolos exhibidos.
En cuanto a la zona de exposición ‘Retratos desde la prisión’, que corría a cargo de dos dibujantes encarcelados al finalizar la guerra, Antequera Azpiri y Álvarez Flores, en el programa se indicaba que el segundo ‘sería fusilado en julio de 1940’ y el primero puesto en libertad en 1943. Lo que no se dice, encontrándonos una vez más con esa memoria sesgada de los propagandistas que ahora mandan, es que el capitán David Álvarez Flores, además de un dibujante de la época, fue el ayudante del coronel Ortega, reorganizador del S.I.M. (Servicio de Información Militar), un organismo que puso al servicio de los estalinistas a varios miles de sicarios encargados de torturar y asesinar a infinidad de personas inocentes previo paso por las checas. Y Álvarez Flores, conviene recordarlo puesto que se omite, fue uno de los responsables de semejantes atrocidades aun cuando sólo se diga de él que acabó fusilado. A estos sinvergüenzas que han organizado la exposición solamente les ha faltado decirnos que el tal Álvarez acabó ejecutado porque a alguien no le gustaban sus dibujitos.
La Wikipedia, página que no se dedica precisamente a dorarles la píldora a las derechas, describe de este modo los métodos del S.I.M:
Pocos meses después de su creación, ya fuera del control del ministro de Defensa, [el S.I.M.] disponía de 6.000 agentes con un presupuesto de 22 millones de pesetas. También tenía cárceles y campos de concentración propios.
Sus objetivos no eran solo los elementos «fascistas», o los espías de los sublevados. También se dedicó a perseguir a todos los que consideraba enemigos de los comunistas, como los trotskistas, anarquistas, cristianos, etc.
Influido por Alexander Orlov, el SIM utilizaba los mismos métodos de tortura que la NKVD: celdas en las que casi no cabía una persona, ruidos y luces fuertes, baños helados, etc. La mayoría de sus jefes locales se mostraban brutales.
El S.I.M. fue el responsable del asesinato de varios reclutas republicanos y, en Barcelona, de más de 40 personas (sobre todo anarquistas) que habían criticado al PCUS.
En la primavera de 1938 obtuvo la lista de todos los falangistas que actuaban en Cataluña. Detuvieron a 3.500 personas, a las que, tras los interrogatorios y torturas, hallaron culpables de espionaje.
Autor: Policronio
Publicado el 11 de junio de 2010
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios moderados.