Cuando todavía no nos hemos repuesto de los efectos de las recientes provocaciones hacia España por parte de Marruecos y de la Venezuela de Chávez, que ponen en entredicho, una vez más, la deriva de la política exterior española, surge de nuevo el conflicto con Gibraltar, motivado en esta ocasión a consecuencia de la suspensión unilateral por el ministro principal gibraltareño, Peter Caruana, de una reunión del llamado Foro Tripartito de Diálogo, en respuesta a los incidentes entre la policía gibraltareña y la Guardia Civil en aguas españolas, pero que tanto las autoridades de la Roca como las del Reino Unido consideran de su exclusiva soberanía, haciendo caso omiso al Tratado de Utrech de 1713, que solo reconoce la española. Son incidentes que se han venido reproduciendo en estas aguas a lo largo del último año, sin que el gobierno español haya hecho absolutamente nada por evitarlo ni expresado su más enérgica condena.
El contencioso de Gibraltar es un asunto que lleva tres siglos dando quebraderos de cabeza a los distintos gobiernos que desde entonces se han sucedido en España, con intentos armados fallidos de reconquistar la colonia, realizados en en el siglo XVIII, o con medidas como el cierre de la verja decretado por Franco hace unas décadas. Un contencioso, pues, que no termina de solucionarse de manera favorable a los intereses de España y que Zapatero, como no podía ser de otro modo, va a terminar complicándolo aún más, pues todo lo que toca lo empeora. Eso sí, de la mano del ministro de Exteriores, Moratinos, tan incompetente como su jefe.
En realidad, Zp lo enredó todo nada más llegar al Poder cuando se sacó de la manga ese Foro Tripartito de Diálogo, que ponía a Gibraltar al mismo nivel que España y Reino Unido, algo verdaderamente impensable en cualquier otro país del mundo en similares circunstancias, lo cual aleja aún más las posibilidades de recuperar algún día la soberanía española sobre la colonia, al establecer un diálogo a tres bandas en la que España aparece claramente perjudicada. No se puede ser más necio a la hora de defender los intereses españoles en el campo internacional, y es que el respeto solo se gana a base de esfuerzo y de buen hacer. No debe extrañarnos, por tanto, que nos den palos desde todas partes: desde el vecino Marruecos hasta la lejana Venezuela, pasando por la diminuta Gibraltar. Pocas veces como ahora ha estado España tan desprestigiada internacionalmente, gracias a la labor de su propio presidente, que en vez de atajar y cortar de raíz esta situación humillante, prefiere mirar para otro lado, como si con él no fuera la cosa. O bien, como se ve en la imagen, con un gesto de: "A mí que me registren".
Fernando León (Firmas invitadas)
Publicado el 17 de octubre de 2010
Publicado el 17 de octubre de 2010
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