La ministra Aído y otra que... |
Llevo varios días madurando la idea y por fin me he decidido a llevarla a la práctica. He encontrado la verdadera vocación de mi vida y quiero compartirla con todos ustedes. Les pongo en antecedentes: llevo tiempo harto de los madrugones, cansado de verme sometido a la estricta e injusta disciplina de ocho horas de trabajo diario semana tras semana, sufriendo el ver cercenada la natural libertad de mi espíritu emprendedor encerrado entre cuatro paredes, hastiado de mi hastío, ansioso por mi ansiedad... y he pensado que ya basta. Hasta aquí podíamos llegar. La decisión es firme e irrevocable, pues está claro que yo no he nacido para trabajar. De todas formas que nadie se llame a engaño: no se trata de pereza o indolencia, se trata de no desperdiciar mi innata capacidad para el desarrollo y transmisión de grandes ideas que tanto habrán de ayudar a mis congéneres en su quehacer diario.
El problema que he tenido hasta ahora para llevar a la práctica mi brillante proyecto es el habitual: el cochino dinero. Al necesitar trabajar para vivir, no disponía del necesario tiempo libre para llevar a buen puerto mi altruista propósito. Pero he encontrado la solución y, gracias al inestimable apoyo moral y económico del sacrosanto Instituto de la Mujer, puedo comunicarles el feliz nacimiento del Gabinete de Estudios (subvencionados) Guerra, que sin duda marcará un histórico hito en lo referente a la producción, recopilación y difusión de grandes verdades universales.
La génesis de tan afortunado alumbramiento es la siguiente: hace unos días he sabido que el Instituto de la Mujer, dependiente del nunca suficientemente alabado y bendecido Ministerio de Igualdad (aprovecho para saludar a Bibi: besitos guapa), ha gastado más de 1.200.000 € en lo que va de año en subvencionar diversos y trascendentes estudios, algunos con denominaciones bien pintorescas, destinadas a dejar clara constancia del estado de casi esclavitud de la mujer, su incuestionable superioridad sobre el hombre y a atacar a la institución familiar. Así, podemos encontrarnos, entre muchos otros, con estudios titulados "Estudio de las relaciones entre el amor romántico y la violencia de género"; "Violencia hacia las niñas en la escuela primaria"; "Usos y creaciones de identidad en la red como nuevo espacio de relación" o (mi favorito) "Los cambios de las políticas públicas en torno a la sexualidad fémina desde el franquismo a la democracia: de la represión a las políticas de igualdad". La mayor profundidad intelectual de estos estudios reside en el título, pero a mi me han sido tremendamente útiles para hacerme caer del caballo al igual que a un tal Pablo: coño, Rafa, si a otros los subvencionan tú no vas a ser menos, colega. Unos cientos de miles de euros de nada y todo arreglado: sería muy miserable ponerle precio a un sueño.
Ve por tanto la luz el Gabinete de estudios (subvencionados) Guerra, con novedosas aportaciones en forma de sesudos y subvencionados estudios tan necesarios para la cultura occidental como "Relaciones intrínsecas entre el cortejar a una ministra y el promocionar en la cosa pública"; "Querer es poder o el triunfo de la voluntad: la manifiesta incompetencia de un sujeto no necesariamente habrá de suponer insalvable obstáculo, antes bien al contrario, para presidir al menos seis años un país"; "Relativismo y mutabilidad o de cómo una nación se puede destrozar: abajo España y larga vida a los reinos de taifas”. A la espera de las nuevas y jugosas subvenciones que sin duda vendrán a engrosar mi cuenta bancaria, estos estudios dan el pistoletazo de salida al dinámico e innovador Gabinete de estudios (subvencionados) Guerra, llamado a convertirse en faro que ilumine el camino hacia la sabiduría.
La cuestión está clara y no se admiten medias tintas: puestos a derrochar el dinero de todos con absoluta desvergüenza e iniquidad para subvencionar chorradas, que subvencionen las mías, que al menos tienen un innegable fondo de verdad, probablemente sean más amenas y tal vez de chorradas tengan lo justo. Si hemos (como parece) de hundirnos en el fango y en la miseria de forma irrevocable, hundámonos solidariamente todos juntos, eso sí, debida, igualitaria y democráticamente subvencionados. ¡Ponga usted una subvención en su vida y dedíquese a ser feliz!
Autor: Rafael Guerra
Publicado el 3 de octubre de 2010
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