jueves, 22 de noviembre de 2018

Cuando el PNV tiene razón hay que dársela


Siempre me ha parecido que el Partido Nacionalista Vasco es la clásica formación política de mentalidad chantajista con saña, muchos de cuyos dirigentes han pertenecido a la rama masónica escocesa o al jesuitismo más hipócrita (valga el pleonasmo) y por lo tanto nunca han dejado de mostrarse insatisfechos. Vamos, lo que se dice descontentos a perpetuidad. Los orígenes del PNV no pudieron ser más deleznables, puesto que surgieron a partir del racismo fantasioso y la exaltación de lo cateto gracias al anormal Sabino Arana Goiri, el tipo más ‘zumbao’ del siglo XIX y parte del XX.


En la etapa de la II República y la Guerra Civil el PNV tuvo un comportamiento francamente ridículo, ya que la parte guipuzcoana se entusiasmó con el requeté franquista mientras que el aparato del partido y el entonces lehendakari Aguirre se convirtieron en unos forofos del Frente Popular, ese bloque de extrema izquierda que, como es posible deducir, suponía la alianza más conveniente para quienes se decían democristianos en grado de meapilas. Luego vino el asalto al cinturón de hierro vizcaíno, declarado inaccesible ma non tropo, y la rendición pactada con los italianos en Santoña, que no dejó de ser un paripé para evitar rendirse directamente a Franco. Y es que incluso en las rendiciones los nacionalistas nunca dejaron de ser unos farsantes. En cualquiera de los dos casos, cinturón de hierro y capitulación de Santoña, al legendario gudari peneuvista, paradigma del soldado universal, se le pilló en bragas y se le adjudicó el baldón para los restos.

Y qué decir de los años de la Transición para acá, todos ellos gobernados por lendakaris surgidos de Sabin Etxea hasta la llegada de un tal López. Años, igualmente de hierro, en los que el cinturón no llegó a rodear Bilbao, sino que el perímetro se amplió mucho más y trató de cercar las mentes de cuantos deambulaban por unas Vascongadas convertidas en cortijo peneuvista, donde lo que no era clientela nacionata, miles y miles de ellos, simplemente es que pertenecían a la Maketania y debían marcharse (como así sucedió con 300.000 vascos exiliados), salvo que se expusiera al tiro en la nuca de ese brazo criminal que siempre le ha hecho el trabajo sucio a los “recogedores de nueces”, por supuesto.

Pues bien, incluso ante semejantes antecedentes del PNV, que a cualquiera le harían pensar en una asociación de malhechores, no debería haber ningún problema en reconocerles la razón cuando la tienen. Y ahora la razón es de ellos, al menos en un caso. Veamos: Urkullu afirma que no apoyará los presupuestos del Estado si se paraliza la “Y”, que como todo el mundo sabe es la infraestructura ferroviaria destinada a que el AVE llegue a las tres provincias vascas.

Lo que ocurre es que la noticia no se queda ahí, como refleja determinada prensa, sino que la amenaza en contra de los presupuestos se produce sólo, repito, sólo si la partida destinada a la “Y” se reduce en mayor cuantía que la reducción media para infraestructuras de esos mismos presupuestos. Es decir, por una vez los del PNV se muestran ecuánimes y piden la misma merma para ellos que para los demás. Y digo yo, ¿tanto les costaría trasladar esa misma ecuanimidad al resto de sus interesadas decisiones? Parece ser que sí. Y sigo diciendo: ¿Tanto le costaría a ZP tratar a todas las regiones con el mismo rasero? ¡Ah!, que entonces no sería ZP. Pues también es verdad.

Autor: Policronio
Publicado el 2 de octubre de 2010

1 comentario:

  1. Diez años después y en el País Vasco se sigue esperando la Y vasca, ahora nos dicen que para 2024, ja!, y algunos se lo creen, hablamos dentro de 10 años.

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