viernes, 23 de noviembre de 2018

En recuerdo y honor de todos los caídos


Como todos los años en estas fechas, he ido al cementerio a honrar a mis muertos. Y como todos los años, no he dejado de visitar la vieja tumba de dos jóvenes soldados gallegos fallecidos en la Guerra Civil: los hermanos Ramón y Gumersindo Asorey Moure, muertos en 1938 y 1939, con 19 y 18 años respectivamente, y caídos por Dios y por la Patria.

Desde pequeño me he sentido fascinado por esta tumba, ya que creo que simboliza la tragedia y el fracaso que significan una contienda civil; tragedia y fracaso representados en este caso concreto por las innumerables lágrimas sin duda vertidas ante el lugar donde reposan  dos personas cuya vida fue truncada en plena juventud, con el dramatismo añadido de su fraternal parentesco, circunstancia, por otra parte, en absoluto excepcional.



Como todos los años, ante la tumba de los hermanos Asorey Moure, he rezado una oración por el eterno descanso de sus almas y, por extensión, por las de todos los soldados fallecidos en nuestra desdichada Guerra Civil, con independencia del bando en el que hubiesen combatido y del color de sus ideas. Si ha de existir algo llamado “Memoria Histórica”, creo que en parte debería consistir: en poder recordar y honrar sin el más mínimo atisbo de odio o desprecio a todos aquellos que, honrada y lealmente, dieron sus vidas por defender una idea, con independencia de que pensemos que dicha idea no era la acertada. Tal vez si lo conseguimos, la nefasta Guerra Civil quede enterrada de una vez por todas y confinada en los libros de historia, de donde nunca volverá a salir para fines mezquinos, sectarios y partidistas. Ese día, los muertos fallecidos en la Guerra Civil, simbolizados en mi artículo de hoy en los soldados Ramón y Gumersindo, los hermanos Asorey Moure, por fin podrán descansar en paz. 

Autor: Rafael Guerra
Publicado el 1 de noviembre de 2010

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