¿Debe preocuparnos a los españoles el ascenso de Rubalcaba a la Vicepresidencia primera del Gobierno? La respuesta es tan simple que casi da vergüenza escribirla: Depende de lo que uno ame la libertad y de lo seguro que quiera sentirse incluso en su propia casa. Si se trata de un rojeras el que debe escoger, probablemente no le preocupe ‘nimijita’ semejante ascenso, se sentirá bien seguro; pero si es un demócrata que no le hace el juego al apestoso régimen zapaterino, ¡ah!, entonces que se dé por… y no deje de mirar para los lados y a su espalda. La arbitrariedad no tardará en llegarle.
Es decir, resulta evidente que a un izquierdista al uso, de esos que otorgan legitimidad sólo al PSOE para gobernar, no tendrá reparo alguno en aceptar el método Rubalcaba con tal de seguir exprimiendo la teta. Un método caracterizado por la intriga (horas previas del 11-M), la falsedad y propaganda ante los medios (siguientes horas del 11-M) y el continuado uso tramposo de una policía de partido para crear cuantas operaciones tipo Faisán interesen (del 11-M para acá). Todo sea por el acceso al poder de ‘losnuestros’ y muy especialmente por mantenernos en él.
Eso sí, Rubalcaba es mucho más inteligente que su predecesora y encima no da tanto asco. Sin que sea precisamente un apuesto galán, dista mucho de parecer una escoba con los pelos tiesos a la que alguien le marcó un código de barras en la boca y otro enorme en el cuello. Lo que no quita para que Rubalcaba sea un auténtico peligro: aúna la experiencia del superviviente ‘galsificado’ a su maldad intrínseca. A diferencia de la ‘Vogue’, que se limitaba a meterse torpemente con el PP en cada reseña del Consejo de Ministros —daba la impresión de que habían invertido las horas del Consejo en estudiar el modo de desprestigiar a los populares— o a lo sumo se ponía de los nervios en las respuestas de los miércoles en el Congreso, a este Rubalcaba tan intoxicante como el alcohol (icono genuino del anís del Mono) le creo capaz de atizar andanadas contra el PP cada vez que ensamble más de tres palabras seguidas, dos de las cuales serán mentiras. Labia resbaladiza no le falta, eso está claro.
Y lo malo no es lo que diga este fulano, que dirá mucho y tirará a dar todas las veces, aunque sean coces. No, lo malo es el poder que acumula como vicepresidente primero-portavoz (vicepresidencia política), ministro de Interior (ministerio contubérnico-represivo) y, como premio a la potestad absoluta del que todo lo ambiciona, también será el ‘controlador universal’ del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), ese organismo que, para quien no lo sepa, dispone de más de 3.500 espías que actúan dentro y fuera de nuestras fronteras y que, según su director “pueden interpretar un susurro en más de 30 idiomas”. ¡Dios nos coja confesados!
Hay algo que me 'consuela' un poco en todo esto, quizá le falte tiempo al nuevo ‘másmejor’ (sólo dispone de 17 meses para sus fechorías políticas antes de las generales), a pesar del SITEL, para convertir a España en un estado de carácter peronista en el que la izquierda se releva a sí misma o, tal vez, no sea capaz de llegar a la situación opresiva venezolana, única salida mediante la cual los suyos, probablemente con Rubalcaba al frente, lograrían revalidar el poder en las urnas. En cualquier caso no perderá la ocasión de intentarlo. ¡Vaya si lo intentará! ¿Y a todo esto qué dirá el Borbón?, tan simpático y sonriente con los nuevos ministros. Pensándolo bien, ¡no dirá nada de nada!, porque a lo mejor es al primero que el CNI de Rubalcaba le revisa las cuentas.
Autor: Policronio
Publicado el 23 de octubre de 2010
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