Una de las características más repulsivas del nacionalista es que sólo se ama a sí mismo y a lo que representa, no importa a qué precio ni cuánto deba destruir para ello, incluso si existe una tradición en su contra de más de 500 años, como es el caso de la unidad del Estado y la existencia multicentenaria de una lengua común. Tal actitud egoísta, de amor a sí mismo, no deja de ser una forma como otra de amar a un malvado y de practicar el culto al odio, porque al decir del clásico “la gente odia al que le hace sentir inferioridad”.
Viene lo anterior a cuento de esas escenas que se vieron ayer en el Senado, donde una serie de personas que hablan perfectamente el mismo idioma, aun cuando algunas de ellas posean otra lengua adicional, crearon la representación más grotesca de cuantas se han vivido en las cámaras parlamentarias españolas, si exceptuamos, claro está, la estrafalaria estampa de ese 23-F en la que un uniformado se dedicó a dispararle al techo y plasmó así la imagen de la insurrección.
Lo que ocurre es que hay muchas formas de insurrección, una de ellas es la que atenta contra el sentido común (ya no me molesto en hablar de derroche), fomenta la división entre los españoles, destacando artificialmente cualquier singularidad, y crea iconos que deberán fijar el inicio de lo que algún día se usará como argumento histórico. Por ejemplo, a diferencia de otras regiones españolas, dicen que Cataluña tiene derecho a un estatuto de autonomía porque ya lo poseyó en 1932, luego es una nacionalidad histórica a la que nunca podrá negársele el autogobierno.
Pues lo mismo deberá suceder a partir del ridículo precedente de los pinganillos, punto distintivo de los 17 compartimentos estancos en los que España va a desmembrarse de no mediar poco menos que un milagro. Es decir, en el futuro el nacionalismo exigirá la traducción simultánea, no importa a qué precio, para cualquier acto oficial en el que se reúnan dos o más personas que no sean de la misma comunidad. Y el proyecto ha surgido en un Senado que avergüenza.
Autor: Policronio
Publicado el 19 de enero de 2011
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