sábado, 24 de noviembre de 2018

Cristina la incendiaria ataca de nuevo

Cristina Almeida, comunista hasta el tuétano.

Una de las características definitorias de los sistemas totalitarios ha sido y es la nula tolerancia con el discrepante. Esta intolerancia en el peor de los casos termina con el opositor, real o imaginario, ante el pelotón de fusilamiento o en un campo de concentración. En la mejor de las situaciones, si la voz discordante pertenece a un artista o intelectual, acaba con sus libros u obras consumidos por el fuego. ¿Cómo calificarían ustedes a quien, en la España de hoy, aboga por arrojar a la pira funeraria los libros de autores con cuyas ideas no está de acuerdo? Yo me atrevería a hacerlo de totalitario frustrado, y no precisamente por falta de ganas.

El pasado sábado, en el programa de culto progre La Noria, la jubilada Cristina Almeida ha concedido una entrevista donde, desde la tolerancia y el respeto que se auto atribuye el personaje, ha ido desgranando sus peregrinas opiniones sobre diversas cuestiones, siempre desde su perspectiva de izquierdista radical.

Así, refiriéndose a su falangista progenitor declara Cristina que "tener un padre de derechas es una desgracia como otra cualquiera". Matiza también que los hijos de semejante vergüenza de padre "por el contrario hemos salido todos demócratas". Curiosa la incompatibilidad que se desprende de las palabras de Almeida entre ser de derechas y demócrata. Indudablemente la comunista Cristina no es tan moderna como piensa y se ha quedado anclada en la propaganda de ciertos sistemas políticos todavía tan gratos para buena parte de la izquierda.

En la entrevista, Almeida se mostró partidaria del aborto, confesando que no entiende que haya personas que estemos a favor de defender el derecho a la vida de los todavía no nacidos y calificándonos de "intolerantes y violentos". No obstante, los intolerantes que no apoyamos el aborto debemos regocijarnos: en lugar de propugnar medidas más drásticas se contenta la entrevistada con señalar que "algo habrá que hacer para educar a toda esta gente en la tolerancia". Está claro que ciertas convicciones son difíciles de olvidar y la vista vuelve hacia atrás: reeducación, "clínicas psiquiátricas", estalinismo, Unión Soviética... 

Es de sobras conocido que la quema de libros es propia de los regímenes totalitarios.

Faltaba, de todas formas, la traca final de Cristina para finalizar la fiesta. Al preguntarle sobre unas antiguas declaraciones donde se mostraba firme partidaria de quemar los expositores que contengan libros de César Vidal o Pío Moa, la adalid de la tolerancia se reafirmó en su inquebrantable deseo de prender fuego "a los libros que no le gustan". De forma en absoluto sorprendente, dada la tendencia del programa, semejante necedad fue recibida con los aplausos del respetable y la ex abogada se fue tan campante a seguir defendiendo la libertad y la democracia.

Cada uno es libre de decir lo que quiera, pero Cristina Almeida debería de tener claro que, salvo a sus acérrimos admiradores, no engaña a nadie. Rezaba el dicho que "dime de qué presumes y te diré de qué careces", y en este caso el dicho se convierte en irrebatible verdad: demócrata, tolerante, progresista... y sus sectarias y anacrónicas declaraciones reflejan precisamente todo lo contrario. Y con respecto a la quema de libros, me atrevo a sugerirle a doña Cristina que ponga en práctica la reflexión que he leído y que en una ocasión hizo quien supongo será uno de sus idolatrados referentes, el Che Guevara (aunque desgraciadamente él tampoco la tuviese muy en cuenta): idea que haya que matar a palos es idea que nos lleva ventaja.

Autor: Rafael Guerra
Publicado el 3 de noviembre de 2010

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