Cándido Méndez (UGT) e Ignacio Fernández Toxo (CC.OO). |
Dice el Diccionario de la Real Academia Española que pancista es la “Tendencia o actitud de quienes acomodan su comportamiento a lo que creen más conveniente y menos arriesgado para su provecho y tranquilidad”.
En los tiempos de mis correrías juveniles, utilizábamos, además, una segunda acepción, que ni venía ni viene en el diccionario, pero que viene al pelo al respecto de los liberados sindicales, especialistas en vivir del cuento: “dícese de aquel, que además de ser un perfecto fascista, tiene dinero ganado fácilmente”, o sea, que luce panza, para escarnio de la famélica legión, ahora abandonada a su suerte y a lo que pueda disponer Cáritas.
Y esto viene a cuento, porque, como no podía ser de otra forma, las respectivas planas mayores de los pastores del proletariado han decidido que les parece cojonudo el cierre de la central nuclear de Garoña. Ya podrán imaginar las razones que subyacen en el apoyo a la destrucción de mil puestos de trabajo, por la cara: no cabrear al tontón de Zetaparo, no sea que en un arranque de dignidad les corte el chorro de la mamandurria y se tengan que poner a trabajar de una puñetera vez.
Y para más escarnio, apoyan al gobierno del indocumentado, en contra del Comité de Empresa de la central que, como todo el mundo debe saber, le trae al pairo el futuro laboral de sus compañeros.
Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 3 de julio de 2009
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