Según los más diversos estudios, que se ocupan del papel de las mujeres en el trabajo, éstas están más capacitadas para el trabajo en equipo -será el recuerdo hormonal de la vida en la cueva, dicen los más quisquillosos- así como para delegar funciones o potestades en sus compañeros o subordinados.
No seré yo quien discuta la inmensa sabiduría de los autores de los referidos estudios. Ni en sus aspectos teóricos ni metodológicos, ni en sus conclusiones prácticas. Es más, me sumo a ellas encantado y las suscribo, punto por punto.
Y no es por nada en especial. Es que anoche, en el transcurso de una conversación ordinaria con mi mujer, donde se trataban cuestiones de todo orden, unas más importantes que otras, todo hay que decirlo, mi querida esposa me dejó caer que al coche que ella utiliza había que pasarle la ITV, así como mirarle la presión de las ruedas, el nivel de aceite y llenarle el tanque de gasolina. “Ah, pues muy bien”, le dije yo, sin captar el sentido último de sus palabras.
“No, lo que quiero decirte es que me podías hacer el favor de hacerlo tú, como estás de vacaciones. Y así te das una vuelta, que entre el ordenador, el chiringuito del Club de Campo y el sofá, vas a echar barriga”. Todo ello, acompañado de un sugerente mohín, ante el que me vi cautivo y desarmado, sin ningún otro recurso dialéctico, que no fuera el consabido queréis ser iguales para lo que os interesa. Aseveración que, con una mujer de armas tomar, propiciaría un par de días de morros y yo necesito mucho cariño.
De modo que esta mañana, en uso de las facultades que me fueron conferidas – esto es pensamiento positivo y generador de autoestima– miré la presión de las ruedas, el nivel de aceite, llené el tanque de gasolina y pase la ITV, todo ello por el módico precio de cien euros que, como son gananciales, no son de los de devolver.
Y así, en nombre de todos los hombres delegados del quehacer de sus mujeres, no tengo por menos que decir: ¡Que nos encanta que confíen en nosotros!, tanto para ello, como para hacer edificios, carreteras y puentes, sacar carbón de las minas, estibar en los puertos y almacenes de distribución, etc..
Una visión de lo que significa la división del trabajo tan válida como la clásica de los ultraliberales y jodidos neocón.
Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 7 de agosto de 2009
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