jueves, 4 de octubre de 2018

Patxi, no nos defraude

Francisco Javier 'Patxi' López, Lehendakari.

Está hecho. Tras treinta años de asfixiante hegemonía nacionalista, tenemos Gobierno constitucionalista en el País Vasco. Los que creemos en la nación española como garante de nuestras libertades estamos de enhorabuena. Y es que se nos presenta una oportunidad histórica para que los principios y valores de nuestra Constitución rijan por fin en esa bella región de España.

Esa ilusión que se frustró por poco en 2001, cuando Jaime Mayor Oreja y Nicolás Redondo Terreros, haciéndose eco del sobrecogedor 'Espíritu de Ermua' surgido tras el vil asesinato de Miguel Ángel Blanco, plantearon una alternativa constitucionalista con posibilidades de triunfo, se ha convertido ahora en gozosa realidad. A ellos, por mucho que haya quien desdeñe su hercúlea labor (entre ellos, por desgracia, el propio nuevo lehendakari), cabe agradecerles que allanaran un camino extremadamente difícil de transitar. Les corresponde una considerable parte del mérito.


Es momento también de rendir tributo, tal y como oportunamente han hecho Patxi López y Antonio Basagoiti en la sesión de investidura, a todas las víctimas del terrorismo etarra y a los cargos públicos del PP y del PSOE que dieron su vida por representar a España y la libertad. El sacrificio de estos héroes de la democracia debe ser indiscutible referencia de la acción del nuevo Ejecutivo vasco. Y a ellos hay que dedicarles esta indiscutible victoria de la causa constitucionalista.

El lehendakari López tiene por delante una labor especialmente azarosa: Desmantelar todo un régimen de nacionalismo obligatorio implantado por el PNV, incluida su extensa red clientelar tejida desde su omnímodo poder, va a ser tarea de titanes. Y sobre todo teniendo en cuenta que los nacionalistas, que se han apresurado a rechazar con muy malos modos su mano tendida, continúan gobernando en las diputaciones y en la mayoría de los ayuntamientos. Pero ahora al menos dispone de poderosos instrumentos para llevar a cabo la necesaria higiene. Y no debe vacilar para ponerse manos a la obra.

En líneas generales, y si descontamos su programa económico (socialista al fin y al cabo), el suyo fue un atinado discurso de investidura, ya que se centró en proponer soluciones al peor mal que aqueja al País Vasco: La falta de libertad, consecuencia de décadas de terror e imposición del pensamiento único nacionalista. Además, en la réplica, aunque sobraba su improcedente rechazo a la figura de Mayor Oreja (le guste o no, toda una referencia moral en la defensa de la Constitución), supo poner en su sitio a Ibarreche y Eguíbar, quienes, como buenos y genuinos peneuvistas, no reconocen más legitimidad que la derivada de sus delirios etnicistas.

Pero, tras unas palabras que han sonado francamente bien, es el momento de los hechos, ya que ahora toca afrontar el difícil cometido de gobernar. Confiemos en que don Francisco Javier 'Patxi' López no defraude las ilusiones y esperanzas que tenemos depositadas en él. Basta con que, lejos de seguir el ejemplo de sus compañeros de partido en Galicia, Baleares o Cataluña, sobre todo en materia de política lingüística, procure ser consecuente con los compromisos que ha adquirido en su investidura. Que así sea.

Autor: Pedro Moya
Publicado el 6 de mayo de 2009

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