Celestino Corbacho, ministro de Trabajo en la segunda legislatura de Zapatero. |
Enero de 2009. Según datos del INEM, España acababa de superar los tres millones y medio de parados. Sin embargo, el titular de un Ministerio al que se empecinan en llamar 'de Trabajo', ante la dramática certeza de que en cuestión de tiempo rebasaríamos los cuatro millones, se atrevía a negar la mayor y aseguraba que 'de ninguna manera' alcanzaríamos tan vergonzante cifra. Pues bien, ni la meticulosa aplicación de grandes dosis de maquillaje ha sido capaz en esta ocasión de ocultar una realidad lacerante. Y es que hace tiempo que los célebres cosméticos 'Corbacho' han quedado inservibles.
Y ni mucho menos son aptos para encubrir una coyuntura aún peor y si cabe todavía más alarmante: La Seguridad Social continúa perdiendo afiliados de manera vertiginosa. Circunstancia especialmente significativa cuando este Gobierno de nuestras entretelas, acuciado por determinados foros e instancias internacionales que le afean abiertamente su incapacidad y su insolvencia, plantea ahora el retraso en dos años de la edad de jubilación como gran resolutivo para afrontar la crisis y el espantoso estado de las cuentas públicas. Nítida reforma del sistema de pensiones que, por cierto, y empezando por el presidente Zapatero, hace unos meses negaban tajantemente emprender tanto el Ejecutivo como el partido en que se sustenta. Aunque a estas alturas sabemos de sobra que pedir un mínimo de coherencia al PSOE es sencillamente un absurdo.
Ahora bien, nada resolvemos con alargar la vida laboral si sigue reduciéndose a este ritmo el número de cotizantes a la Seguridad Social. Porque el sistema público de pensiones que tenemos en España, cimentado en el reparto, dejará de ser viable mientras se continúe destruyendo puestos de trabajo. Así pues, la prioridad ahora no debería ser dilatar el acceso a las pensiones de jubilación, sino flexibilizar y liberalizar el mercado laboral para generar el empleo que precisamente permita y asegure el mantenimiento de las prestaciones.
¿Otro remedio para dejar nuestras pensiones a salvo de las turbulencias? Instituir un sistema basado en la capitalización, al estilo chileno. Pero, obviamente, nadie está dispuesto ni tan siquiera a sugerir la conveniencia de acometer reforma de tal calado, debido a las consecuencias, sobre todo de índole electoral, que ello puede acarrear. Aunque, dado el oscuro panorama que se nos presenta, quizá la solución la acabemos encontrando en los seguros privados de pensiones. Como siempre que gobierna el PSOE, por cierto.
Autor: Pedro Moya
Publicado el 4 de febrero de 2010
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