jueves, 11 de octubre de 2018

La meapilez progresí


En las postrimerías de los años setenta, cuando todavía M.A. Iglesias era albondiguilla, antes de ser albondigona y Enrique Sopena rezaba el Rosario de la Aurora, me vi en la tesitura de sugerirle, a la que ahora es mi querida esposa, que me explicara derivadas e integrales, por ver de hacer un buen papel en el mes de junio. El de las tormentas de todo orden.


Ni que decir tiene, que mi futura esposa se prestó a ello. Y aunque mantuve exento  el setenta y cinco por ciento del cerebro de asimilar el orden de las equis y las ies, por ver de tenerlo ocupado en menesteres más placenteros y de más enjundia, el caso es que salí triunfante del evento. Bueno, de los dos. O sea, que dedicando el veinticinco por ciento del entendimiento a la ciencia pitagórica, fui capaz de salir airoso de tan tremendo trance.

Sin embargo, ni dedicando el cien por cien de mi cerebro soy capaz de desmadejar la paradoja progresí, en lo que se refiere a las cuestiones del sexo y sus derivados o consecuentes.

Es decir, que si se consuma el capricho de Bibiana, una niña de dieciséis años podrá abortar sin permiso de sus padres. Que implica, además, que no se van a enterar de que a su niña la llevaron al río creyendo que era mozuela. Aplausos entre el respetable progresí. Siempre y cuando la mozuela no se haya atrevido a participar en una fiesta de camisetas mojadas que, necesariamente, tiene sus consecuencias por todos previsibles, y colgada en el tuenti de los cojones.

Pero, si a una titi estupenda, con todos sus atributos en su sitio, mayor de edad, con pleno conocimiento de lo que hace, se le ocurre ponerse en plan aquí estoy yo, para lo que ustedes quieran, entonces, abucheo progresí.

Y lo que ya manda güevos, huevos y uevos, es que aquí los únicos que pueden pavonearse con el aplauso de crítica y público son l@s gays, o sea, l@s maricon@s con dinero, que además, son inhábiles para la procreación.


Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 30 de junio de 2009

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