Como si fuera un Zapatero mulato cualquiera, y ante el fundado temor de que cunda el ejemplo, llevándose por delante a la nueva oligarquía socialdemócrata (no digo neo-social-democracia, porque me da la risa) el nuevo presidente de los Estados Unidos, EPA mediante, afronta el gravísimo problema del sistema financiero mundial, a que la compasión mal entendida nos ha llevado, con un anuncio-tropelía, al más puro estilo zapaterino, que bien podría calificarse de revolucionaria.
Nos lo anuncia a bombo y platillo ¿Quién si no?: la Liga Becaria de PJ.
Debo reconocer que andamos un poco equivocados al pretender calificar el alarmismo climático como una especie de nueva religión, simplemente, porque le hacemos un favor completamente inmerecido a un movimiento, cuya última pretensión es, sin duda alguna, el dominio de las conciencias, a través del miedo que sea capaz de infundir, que es mucho, visto el tenor de las conversaciones que uno puede oír en cualquier barra de bar o tertulia. Y además, a nuestra costa.
Si cogemos, por tenerlos más a mano, cualquiera de los dogmas de la religión católica, lo primero que se advierte es que los mismos van referidos a cuestiones inmedibles, que no pueden ser captadas por los sentidos y por tanto de difícil refutación o irrefutación. Son cuestiones de fe. Sin perjuicio, por otra parte, de que no se advierte peligro alguno en la predicación del amor a los semejantes y del perdón a los enemigos.
Sin embargo, la principal cuestión que se nos plantea por los acólitos de la pretendida nueva religión, la Tierra se calienta por las emisiones humanas de gases de efecto invernadero, principalmente el CO2, es perfectamente refutable, por su calidad de medible.
Y todo ello, claro está, sin perjuicio de lo peligroso de las soluciones que nos propone la vanguardia del movimiento en cuestión: la reducción de la población humana, hasta ponerla al borde de la extinción, comenzando por los ajenos, claro.
Es por ello que digo, que calificando ese movimiento como nueva religión le hacemos un favor inmerecido. No es una nueva religión, es una gran estafa, con todos los elementos que nos permiten calificarla como tal: engaño generalizado y desplazamiento de recursos de nuestros bolsillos, de los bolsillos de los estafados, al de los estafadores.
Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 18 de abril de 2009
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