miércoles, 3 de octubre de 2018

La foto del milagro

Primer Gobierno de José María Aznar en 1996, con los reyes de España.

En abril de 1996 España no cumplía ninguno de los requisitos para entrar en la Unión Económica y Monetaria, ni en cuanto a déficit (6,6 %), ni a deuda pública (68,1%), ni a inflación (situada en niveles cercanos al 5%). Además, la tasa de paro era nada menos que del 23%, la Seguridad Social se encontraba en números rojos y el Estado en quiebra técnica. En suma, una situación económica calamitosa tras trece años de Gobiernos socialistas capitaneados por Felipe González.


Pero por aquellas fechas tomaba posesión un nuevo Ejecutivo presidido por José María Aznar. Y para hacer frente a su prioridad, que obligatoriamente había de ser intentar reparar la maltrecha economía española, decidió emprender una política de reformas basada en tres pilares: Drástica reducción del gasto público, profunda liberalización de la economía y audaz bajada de impuestos. Recetas de índole liberal, diametralmente opuestas a las aplicadas hasta entonces.

Los resultados no tardaron en hacerse visibles: En primer lugar, conseguimos entrar en el euro, algo que hacía apenas dos años parecía misión imposible. Por una vez, España llegaba a tiempo para tomar el tren de la historia. Además, se dio paso a un periodo de crecimiento económico y prosperidad sin precedentes: En 2004, año en que Aznar dejaría la presidencia del Gobierno, se alcanzó el superávit en las cuentas públicas; la Seguridad Social obtenía un saldo positivo, por lo que se pudo constituir un fondo de reserva; y la tasa de desempleo era tan sólo del 11,5%, gracias a la cual por fin lográbamos colocarnos también en ese indicador al nivel de los países más desarrollados. Habíamos pasado en poco tiempo de resignarnos a convivir con altos índices de paro a incluso aspirar a alcanzar el pleno empleo.

Hasta que un Gobierno socialista, y por ende manirroto y despilfarrador, ha vuelto a regir nuestros destinos. Zapatero se limitó a vivir de unas cuantiosas rentas, de las que incluso no se privaba de presumir como propias mientras se mantenía la inercia. Pero una herencia que se malgasta, por magnífica que sea, acaba agotándose. Y bien que estamos sufriendo las consecuencias, suficientemente conocidas. Ahora mismo, por ejemplo, no cumpliríamos ninguna de las condiciones para acceder al euro. Este significativo retroceso se ha producido en apenas cinco años. En cuanto a los índices de paro, han vuelto por donde solían; con el socialismo en el poder, claro. Y parece ser que, por desgracia, el crítico estado de nuestra economía es susceptible de empeorar aún más en los próximos años, según previsiones del Fondo Monetario Internacional. Sobre todo teniendo en cuenta el rechazo del PSOE a cualquier reforma estructural (ay de quien se atreva a mentarlas) y su declarada intención de profundizar en sus contraproducentes políticas keynesianas y de expansión del gasto público. Agárrense, que vienen curvas.

Frente a un Ejecutivo, el de Zapatero, absolutamente superado por los acontecimientos y completamente a la deriva, hemos tenido precisamente ocasión de rememorar una foto: La que se tomó hace trece años, protagonizada por un Gobierno sobre el que, dado el nefasto legado que recibió y los arduos retos que tenía por delante, muy pocos apostaban. Sin embargo, bajo las premisas de reducir el intervencionismo del Estado e impulsar el protagonismo de la sociedad civil, fue capaz de obrar el milagro. Un prodigio que será necesario repetir para corregir una nueva catástrofe económica del socialismo.

Autor: Pedro Moya
Publicado el 23 de abril de 2009

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