Federico Jiménez Losantos y César Vidal Manzanares. |
A propósito de una oferta recibida, diversas fuentes indican que dentro de unos días, pasada la Semana Santa, Federico Jiménez Losantos y César Vidal deberán darle una respuesta al presidente de la COPE, Coronel de Palma. Pues bien, de entrada me gustaría comentar que si yo estuviese en el pellejo de Federico o César, y a sabiendas de las continuas presiones de todo tipo que llegan hasta la emisora de los obispos y acaban rebotadas en todas direcciones, esa respuesta se la habría dado ya, sin más esperas: “No me interesa, ya me buscaré la vida donde buenamente pueda”.
Desde mi punto de vista, Losantos y Vidal son personas de principios muy sólidos, equivocados o no en algunos aspectos —a mi juicio en muy pocos—, pero que han mantenido bien altos y claros al menos durante la última década. Lo que supone que sus mayores patrimonios a efectos profesionales, entre los que destaca la honestidad intelectual, quedarían seriamente dañados si aceptasen la limosna de pasar a codirigir “La Linterna”, que es una forma de degradación profesional semejante al purgatorio y que se adivina como probable antesala del despido por la puerta falsa, camino del infierno. Un asunto que afecta a ambos por igual y en el mismo sentido.
Ninguno de los dos, César y Federico, está comenzando en esto de la comunicación. Visto desde fuera, ambos poseen otros muchos recursos para hacer llegar sus respectivas opiniones a los que deseen conocerlas, como por ejemplo las columnas en La Razón y El Mundo, respectivamente, que teóricamente aumentarán exponencialmente el número de lectores si dejan la radio. También cuentan con Libertad Digital —diario y televisión—, un medio que en teoría debería potenciarse sobremanera si Federico y César, dispersos hasta el momento en otras actividades, le prestan la atención necesaria. No hay más que fijarse, a modo de muestra, en ese millón largo, con picos de millón y medio y subiendo, que alcanza cada noche el programa “El gato al agua” de Intereconomía. A ver si algo así no estaría al alcance de Federico en LDTV. Y si se me apura, para lograr la sinergia adecuada, incluso con la colaboración de VeoTV, esa anodina cadena de Pedrojota que no logra levantar cabeza.
Desvincularse de la radio de la Iglesia, de otro lado, no deja de tener sus ventajas. No hay duda que ambas partes se sentían incómodas de un tiempo para acá. A la Iglesia se le reprochaba demasiado que consintiera el lenguaje recio de Federico —sus enemigos lo califican directamente de insultante— y que además alojase en un programa de cuatro horas, nada menos, a todo un conspicuo protestante que nunca disimula esa condición y que hacía se llevase los demonios a más de un cura de la casa, como el tal Manuel María Bru, el tipo que más y mejor voz de cura es capaz de poner en una radio.
Los comunicadores, por su parte, aunque fuese de modo inconsciente se veían mediatizados por unas normas no ya católicas, sino a menudo clericales y opusdeístas en más de un caso —capillita a la que pertenece Coronel de Palma—, lo que les impedía de algún modo ser ellos mismos al cien por cien y les obligaba, ante noticias y acontecimientos de primer orden que es donde la radio debe mostrarse más ágil, a ceder el espacio radiofónico a determinadas liturgias radiadas más o menos rutinarias. Ahora, en el supuesto de que se bifurquen sus caminos, creo que cada parte podrá expresar de manera más natural su verdadera opinión. Se ha cumplido, pues, una etapa y lo que ahora corresponde es hacer planes sobre la siguiente.
Siguiente etapa, que nadie lo olvide, en la que el tema de debate que menos importe será la continuidad o no de Zapatero, un fulano rotundamente amortizado a causa de su ineptitud, e incluso la persistencia de Rajoy y Gallardón en las filas populares —dos de los políticos que acaso han influido más en la actitud de Coronel de Palma—, sino en el modo de lograr una auténtica regeneración de la vida pública en España, para lo que será preciso cierta reforma de la Constitución que ponga a las comunidades autónomas en el sitio que les corresponde, ya que las 17 nacioncitas de diseño son el verdadero cáncer que agusana a nuestra sociedad, tanto económicamente como en lo que se refiere a la pérdida de los valores más nobles y enraizados de nuestra patria o la continuidad de la misma como una nación unitaria.
Y creo que para lograr algo así, una misión en la que todos seremos pocos, se hace preciso contar con opiniones tan destacadas como las de Federico y César. Por tanto lo ideal es que se liberen de ataduras religiosas y usen otra tribuna que no pueda equipararse a un púlpito. Démosle a Dios lo que es de Dios, la fe, y a César y Federico lo que les corresponde en consonancia con su lustre comunicativo: Plena libertad para la denuncia de los males terrenales. Que nadie pueda acusar de teocón a un liberal, como son ellos, una acusación que si se realiza cuente al menos con algún fundamento. Costará algún tiempo lograr esa nueva tribuna, cierto, pero nadie dijo que transmitir decencia y patriotismo fuese fácil.
Autor: Policronio
Publicado el 5 de abril de 2009
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