miércoles, 3 de octubre de 2018

El PSOE presenta a Obama a las elecciones europeas


Dicen que las personas inteligentes suelen ser buenas, en el sentido de eficaces, prácticamente en todas las actividades que emprenden. Pero quien dice algo así es que quizá no ha tenido muy en cuenta lo que se conoce como especialización. Es decir, ese grado de maestría que se logra tan sólo cuando uno se dedica casi en exclusiva a una actividad concreta, sea en el terreno de la ciencia, sea en cualquier arte, sea en el deporte, el periodismo...

Pondré un par de ejemplos para que se me entienda mejor: Un especialista consumado como es el tenista Rafael Nadal, profesión a la que dedica casi todo su esfuerzo, difícilmente llegará a sobresalir, al menos mientras siga en activo, en el terreno de la filología hispánica. Un maestro de columnistas como es Alfonso Ussía, ¡cuántos quisiéramos!, dudo mucho que logre deslumbrarnos mediante una exhibición de corta de troncos en plan aizcolari. Y viceversa para cualquiera de los dos ejemplos, puesto que la especialidad de unos y otros les limita lo suyo.

Lo mismo ocurre con la política, donde se dan dos grandes tipos de especialistas: 1. El político dotado del don de la eficacia a la hora de resolver los problemas que afectan a los ciudadanos y 2. El que ha sido “bendecido” con el don del oportunismo propagandístico, cualidad ésta que con frecuencia le permite llegar al poder y mantenerse. Tales condiciones o especialidades no afectan solamente a individuos aislados, sino que desde siempre vienen caracterizando a las grandes formaciones políticas: La derecha es esencialmente eficaz, pero muy desangelada a la hora de difundir sus logros y espera que el ciudadano lo advierta en su bolsillo; mientras que la izquierda es básicamente torpe y manirrota, tanto en los aspectos económicos como en las cacareadas cuestiones sociales, si bien posee la maestría de la propaganda, actividad a la que cualquiera diría que consagra —como Nadal en el tenis— la mayor parte de su tiempo.

Si tuviese que adjudicarles ambas especialidades a mandatarios españoles y norteamericanos, por ejemplo, respecto a la eficacia demostrada que lleva aparejado lo desangelado podría citar a José María Aznar y a Ronald Reagan, aun cuando éste poseía cierto glamour del actor mediocre pasado a la política. Si, por el contrario, tuviera que ejemplificar al experto en propaganda, que de suyo encierra un proyecto hueco como estadista, limitándose a repartir aquí y allá los recursos del Estado y creando deuda para las siguientes generaciones, no tendría ninguna duda en escoger a Rodríguez Zapatero, una nulidad absoluta para todo lo que no sea engatusamientos y mentiras con sonido de fanfarrias, y, quizá en un nivel menos descarado, al norteamericano Obama, que en sus primeros 100 días de gobierno aún no ha demostrado algo distinto a ciertas dotes para el reparto lujurioso del erario y la idea compulsiva de entrampar a los contribuyentes, entre los que comienza ya cierta rebelión fiscal

Nos hallamos, pues, ante dos conceptos muy distintos de la política: Eficacia versus propaganda. Conceptos irreconciliables por antonomasia debido a la marcada especialidad y dedicación que ambas posturas implican. El primero permite a los ciudadanos alcanzar el bienestar y prolongarlo, si bien los políticos que han practicado ese sistema suelen pasar de puntillas como sujetos grises —el caso más paradigmático se da en Suiza—, a menudo intolerantes y en ocasiones belicosos, cuando no directamente asesinos, que es como los describe el bando opuesto. Mientras que en el segundo grupo, es decir, entre los impulsores de la realidad virtual, se sitúan aquellos otros individuos que despiertan el entusiasmo de los mesías, a los que siempre se les cree dispuestos a fundar nuevos Camelot con ríos de leche y miel, pero que en realidad acaban por empobrecer al conjunto de los ciudadanos y, como consecuencia del reparto arbitrario de bienes públicos que cometen, hacen más ricos a unos pocos en contra de lo que suelen vanagloriarse. 

Ante la imposibilidad demostrada de afrontar la crisis económica con algunas medidas que pudieran considerarse eficaces —más de cuatro millones de parados podrían dar fe de ello—, no es de extrañar que en las próximas elecciones europeas el socialismo zapaterino presente en sus listas como candidato virtual al icono artificioso de Barak Obama —hay quien habla ya de Urkel-Obama—, que probablemente será cabeza de cartel del PSOE hasta las elecciones de junio.

Obama es para la gente de Zapatero todo un referente publicitario. Nada ha demostrado aún el yanqui, como quedó dicho, y dudo mucho que lo haga si persiste en el fomento de la economía no productiva —salvo alargar la crisis durante una década—, pero su nombre aún despierta una gran ilusión entre los crédulos de la izquierda, además de algún bobo que se dice centrista, y la maestría de un socialismo dispuesto a batirse a fondo en las canchas publicitarias, incluso rompiendo cuantas raquetas sean precisas en el peloteo, no dejará de usar a su favor esa ilusión ficticia que les evite la merecida debacle en las elecciones al Parlamento europeo. No importa si para ello se apropian indebidamente de cuantas imágenes sonrientes de Obama caigan en sus manos. Al fin y al cabo ahora presumen de ser amiguetes del amo del Imperio y la desvergüenza es otra de las características del ala propagandística de la política.

Autor: Policronio
Publicado el 26 de abril de 2009

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