Charlatán ZetaParo. |
Ayer estuve viendo el paripé del Congreso. Imposible evitarlo, me interesa la política en los momentos clave. Creo que en los debates parlamentarios es donde puede deducirse la trayectoria del bienestar de la patria, que eso sí que me interesa un güevo. Lo lamento, fue una pérdida miserable de tiempo. Sólo me sirvió para constatar lo que ya pensaba y que se evidencia con mayor claridad en los momentos de crisis extrema: Tenemos una clase política repugnante, cobarde, codiciosa, pendiente solamente de sí misma y cuyos representantes aplauden como borregos las mayores gilipolleces de sus mandamases. Ayer se dijeron muchas, sobre todo por parte de ese tentetieso en que se ha convertido Zapatero, al que le están pegando hostias por todos los lados y desde todos los grupos, dejándole por lo que es, un sinvergüenza mentiroso, y el tipo sonríe y sonríe… Luego se levanta como un resorte y pasa al contraataque mediante una nueva ráfaga de falsas promesas, como si mañana mismo fuesen las siguientes elecciones generales.
Zapatero prometió ayer el oro y el moro, una vez más y no será la última. Lo hizo mientras se exhibía en un nuevo ejercicio entusiasta de voluntarismo que sin duda iba destinado, esencialmente, a los bobos o los interesados de su propio partido, que ignorando expresamente la falta de intelecto de su líder lo aplaudieron a rabiar, sospechando acaso que alguien les filmaba para controlar el grado de entusiasmo e incluirle o no en las siguientes listas electorales. La Vogue, el peor bicho de esa bancada azul, el más retorcido, lo miraba con entusiasmo y la baba caída. Supongo que dejó la moqueta encharcada, como tantos diputados que además acabaron con las manos rotas de tanto usarlas en aplaudir la necedad y las frases vacías.
Todas las promesas de ZP fueron sin cuantificar, todas sin su correspondiente memoria económica. Todo lo prometido, es decir, la parte que se cumpla, será a costa de un nuevo endeudamiento del Estado que pagarán las siguientes generaciones, lo que supone una forma inversa de ejercer de estadista, ya que se piensa en esas generaciones siguientes para aplicarles el dogal incluso antes de que lleguen a este mundo. Casi todo lo que se prometió ayer, para más inri, fue de lo más torticero, involucrando económicamente a unas comunidades autónomas —el gran mal de nuestra Nación— que asimismo deberán endeudarse más y más. Trampa sobre trampa, miseria para los españoles que nazcan en las próximas décadas, que vendrán a este mundo con una enorme deuda bajo el brazo. Soluciones económicas repugnantes, las del eterno adolescente, que les robará el futuro a nuestros hijos y nietos.
Rajoy estuvo formal, pero muy cortito, porque se limitó a las cuestiones económicas, como hace casi siempre. Decidió ignorar que España tiene numerosísimos problemas que debieron airearse en un “Estado de la Nación”: Bastaba una frase rotunda y un leve golpear del estrado. Por ejemplo la deriva de los nacionalismos, especialmente el catalán de siempre y ahora el vasco rabioso, desahuciado del poder. Valga como ejemplo la encerrona que vascos y catalanes preparan en Valencia, en la final de la Copa del Rey, con miles de silbatos ya comprados y destinados al himno nacional. O el anunciado propósito de ambas aficiones para girarse de espaldas en el acto inicial.
Por qué no se habló de la Justicia, que cada vez es menos justa y más dependiente de los otros poderes. Y la educación, que apenas se tocó a la ligera. Y las infraestructuras destinadas a vertebrar nuestro país, que se están haciendo con dos o tres modelos distintos, según interese contentar a esa región. Me refiero al AVE, por supuesto, que será alta, media o baja velocidad en función del color de los votos por donde pasen las vías. Pero también podría hablar del agua, que para los murcianos es el principal problema, incluso por encima del paro. O de los aeropuertos, unos tan mimamos como el Prat y otros tan abandonados. Y qué decir del mundo agrario… En fin, lo dejo aquí, porque lo de ayer me produjo tal vergüenza ajena que es mejor parar el resto del día y recuperarse de semejante bochorno.
Autor: Policronio
Publicado el 13 de mayo de 2009
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