El verdadero modelo de Zapatero no es Barack Obama, sino Juan Domingo Perón. Al creador de uno de los movimientos políticos más nefastos del siglo XX cabe atribuirle el dudoso mérito de convertir en poco tiempo a una tierra de promisión en una auténtica ruina. Inspirado en el socialismo de Mussolini, de quien fue agregado militar, combinó un intervencionismo y dirigismo asfixiantes con un irrefrenable derroche de recursos que dilapilaba e impedía la generación de riqueza. A partir de entonces, el Estado autoritario peronista planificaba y prescribía qué camino había de tomar la economía argentina, que no tardaría en entrar en bancarrota. Todo aderezado, eso sí, con el uso y abuso del lenguaje más populista y demagógico, incluidas las inevitables e incesantes declaraciones de amor hacia esos mismos trabajadores, obreros y 'descamisados' a los que se les condenaba al desempleo y la miseria. Más pobres, pero más halagados. A su vez, el peronismo había conseguido hacer de Argentina una sociedad de expectativas, acostumbrada a que el Estado omnipresente le resolviera todos los problemas y le procurara una buena parte de sus ingresos.
Pues bien, Zapatero ha dejado claro en el debate sobre el estado de la nación que no piensa bajarse del burro peronista: Se limita a enunciar medidas que supondrán más gasto público, más déficit y más deuda, pero no propone la más mínima reforma estructural. Porque hay que defender las conquistas sociales y los derechos de los trabajadores mientras se les manda al paro por millones. Menos mal que la bendita y sabia omnisciencia del presidente ha acertado a señalarnos la vía del futuro: La llamada 'economía sostenible', la cual, aunque tenga la desdicha de no contar con las preferencias del desalmado e ignorante mercado, se sostendrá gracias a 25.000 millones de euros procedentes de nuestros castigados bolsillos. Qué fácil resulta propiciar la rentabilidad artificial de un sector con el dinero de los demás.
Y otra idea genial para que nuestra economía deje de depender del ladrillo: Cargarse prácticamente de un plumazo la deducción por vivienda, lo que a buen seguro traerá de cabeza, no a la sufrida clase media que quiera o deba comprarse una casa, sino a aquellos despiadados usureros que pretendan imponer precios abusivos. Se acabó la especulación inmobiliaria. Por lo demás, sólo ha atinado a copiar del PP una tímida reducción del Impuesto de Sociedades, que de bien poco va a servir si no se emprenden otras reformas fiscales. Y lo más ridículo de todo: El rescate cinco años después, y como gran medida en materia de educación, de su incumplida promesa de proporcionar un ordenador por alumno. ¿Acaso ha esperado a desembarazarse de Solbes?
Mientras este personaje continúe habitando en La Moncloa tendremos peronismo a raudales. Lo peor es que corremos serios riesgos de acabar como Argentina.
Autor: Pedro Moya
Publicado el 14 de mayo de 2009
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