lunes, 1 de octubre de 2018

‘DO UT DES’


Si queremos situar los intereses de España en el primer plano del panorama internacional, es imprescindible mantener buenas relaciones con la nación más poderosa de la tierra, que, nos guste o no, es indiscutiblemente los Estados Unidos de Norteamérica. Así pues, no cabe sino calificar de excelente noticia que, tras cinco años de desencuentros, una Administración estadounidense haya decidido al menos tener en consideración al Gobierno de España. Pero no hemos de quedarnos ahí, sino que debemos intentar establecer vínculos más fuertes e intensos, capaces de reportar mayores beneficios para nuestro país. Lo cual, dados los antecedentes y la escasa fiabilidad mostrada por nuestro Gobierno, llevará su tiempo y esfuerzo.


Nos quieren vender ahora que ese umbral de recuperación de la amistad perdida ha sido posible gracias al 'feeling' entre Obama y Zapatero: Ambos, aseveran, tienen muchas coincidencias ideológicas y, por ende, una visión del mundo similar. Son 'progresistas' y, además, 'talantosos'. Pero nada más lejos de la realidad. Tras la monumental metedura de pata de Kosovo, nuestro presidente no ha tenido más remedio que envainársela (una vez más) y comprometerse a enviar un contingente a Afganistán, en un nuevo episodio de la guerra (guerra, sí) que las democracias occidentales, bajo el liderazgo de los Estados Unidos, están (estamos) librando contra el terrorismo islamista. Pese a que esta descripción de los hechos no casa en absoluto con el lenguaje pacifista y buenista de nuestra progresía moderna, se trata de la pura verdad. Y es que las relaciones internacionales están impregnadas de realismo, una corriente que, basada en el principio del ‘do ut des’, ha inspirado tradicionalmente a la política exterior estadounidense. Y con indudable éxito.

Por tanto, el intercambio ha sido el siguiente: Tú me envías tropas a Afganistán y yo me reúno contigo, con foto incluida, claro. De esta forma consiguió por fin Zapatero su tan perseguida instantánea con el aún idolatrado presidente norteamericano. Pero algún conmilitón suyo que no debe quererle mucho se encargó de estropearle su particular lunes de gloria al filtrar ese mismo día a la prensa su prevista remodelación del Gobierno, que además se vio obligado a adelantar. Vaya, para algo que le sale bien últimamente... ¿Acaso empieza Zapatero a perder el control de su propio partido? Puede ser que hasta el propio presidente sea consciente de ello, y ahí puede residir una de las claves por las que haya decidido constituir un Ejecutivo de fin de ciclo.

Autor: Pedro Moya
Publicado el 10 de abril de 2009

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