Cuando el conocimiento está al alcance de todo el mundo, asunto a lo que Internet ha contribuido en no poca medida, el gran mal de nuestro tiempo sigue siendo la dificultad que aún tienen algunas ideologías para evolucionar y embriagarse, valga la expresión, del respeto a los derechos humanos. Comenzando por el principal de esos derechos, el respeto a la vida. Hablo de ideología en el sentido político, por supuesto, pero también en el religioso o doctrinario, que tan a menudo se entrelaza con lo mundano cuando el progreso ético ha sido casi inexistente.
El caso más paradigmático de una religión politizada hasta la saciedad, que en absoluto respeta los derechos humanos y que desde sus inicios demostró un desprecio brutal hacia la vida de las personas, vendría representado hoy por el islamismo, una especie de religión —por llamarla de algún modo— que acoge en su seno a más de 1.200 millones de personas incapaces de sacar el pie del lodo, tal es el grado de sometimiento en el que se encuentran esos seres humanos.
En el islam, sus personajes más significados, con mayor poder, todavía tienen a gala la marginación de la mujer y la ejecución pública, en actos que pretenden ser ejemplificantes y que empalidecerían los de la Inquisición de siglos atrás, de cuantos niños, homosexuales y disidentes haya que someter a la última pena. No hablo ya de las lapidaciones o la amputación de miembros por delitos menores, episodios tan infames como injustos en los que con frecuencia la denuncia parte de un acto de venganza.
Esta misma mañana he conocido el caso de Delara Darabi, la joven artista iraní de la que aseguran que seis años atrás mató al primo de su padre, un hecho que inicialmente aceptó para salvar a su novio, cuando ella tenía 17 años, y del que con posterioridad se declaró inocente, como así fue refrendado a posteriori por unas cuantas pruebas que nunca quisieron tenerse en cuenta. Es evidente que en el caso iraní la justicia nunca se equivoca. Desgraciadamente, Delara fue ahorcada el pasado viernes, que curiosamente es el día festivo entre los musulmanes.
Ni que decir tiene que la noticia de su muerte ha despertado numerosas protestas internacionales, como por ejemplo de la Presidencia checa de la Unión Europea y de Amnistía Internacional, entre otras. Se acusa al gobierno de Irán de no cumplir obligaciones internacionales aceptadas voluntariamente, como la no ejecución de personas que supuestamente delinquieron siendo menores de edad.
El ex presidente español, el socialista Felipe González, saluda con cierta reverencia al tirano iraní. |
Lo malo es que aquí acabará todo, porque dentro de unos pocos meses se habrá olvidado el caso Delara —y otros 42 jóvenes “ejecutados” en similares condiciones en Irán— y una nueva serie de Felipes González, por poner un ejemplo significativo que en su día me produjo asco, se acercarán a ver a los ayatolás con la intención de hacer negocio en beneficio de sus amos Slimes, comisiones estratosféricas de por medio.
Mientras, el totalitarismo islámico no cesa de avanzar en Occidente o se le rinde pleitesía (vea la imagen al pie). Y últimamente, además, con el beneplácito de Obama, que aseguraría es lo más parecido a un mandatario progre, de los más ingenuos, con los que ha contado USA. Esperemos que el presidente americano llegue a curtirse con el tiempo y unos cuantos desengaños. Y, sobre todo, esperemos que algún día Occidente llegue a percibir la gravedad de no frenar en seco la expansión musulmana.
Por qué se inclina de semejante modo el presidente Obama. Una inclinación que resulta tan ridícula como sospechosa de su cripto-islamismo. |
Autor: Policronio
Publicado el 3 de mayo de 2009
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