Zapatero y el sindicalista Méndez, del sindicato socialista UGT. |
Lo normal en democracia es manifestarse contra decisiones o medidas tomadas por los poderes públicos, en cuanto afecten y puedan crear descontento en determinados sectores, más o menos amplios, de la sociedad. En cambio, son más bien propias de las dictaduras, desde la España de Franco a la Cuba de Castro, las grandes demostraciones de adhesión a los Gobiernos; ya que, obviamente, son las únicas que el régimen permite o, en la mayoría de las ocasiones, impulsa directamente.
Con motivo del 1 de mayo, día de San José Obrero, salieron a la calle unos sindicatos que, siempre que tienen ocasión, presumen de su carácter 'izquierdista'. Sin embargo, no se manifestaron contra el poder establecido, o un estado de cosas instalado, sino todo lo contrario: Por el mantenimiento del 'statu quo'. Se trata no obstante de una consecuencia lógica de su posición dentro de un sistema que les concede, amén de cuantiosas subvenciones y prebendas, una representatividad que en realidad no tienen: Apenas el 15 por ciento de los trabajadores se encuentra afiliado a un sindicato. Hay desde luego más posibilidades de que un asalariado esté inscrito en el PP que en UGT o en CCOO.
Ante la política económica del Gobierno y su más tangible 'conquista social', los (de momento) cuatro millones de parados, sus propuestas han sido claras y rotundas: Más rigidez laboral, más gasto público, más déficit y más impuestos. Mucho más de lo mismo. Es decir, aún más desempleo. Y ay de quienes se atrevan a proponer el más mínimo cambio o reforma. Contra ellos sí que dirigen sus invectivas, además de a quienes crean puestos de trabajo, incluidos autónomos y pequeños empresarios que se están viendo obligados a engrosar ellos mismos las listas del paro.
Aquellos que defienden unos determinados privilegios, normalmente los suyos, y rechazan cualquier innovación no son merecedores de otro calificativo que no sea el de reaccionarios. Y por mucho que se coloquen la etiqueta de 'progresista'.
Autor: Pedro Moya
Publicado el 2 de mayo de 2009
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