martes, 9 de octubre de 2018

De la mano invisible a las manos torpes


Adam Smith, el padre del liberalismo económico, utilizó en su excelsa obra 'La riqueza de las naciones' la metáfora de la 'mano invisible' para explicar el modo en que el mercado es capaz de asignar eficientemente los bienes y recursos. Guste o no, lo cierto es que la figura, pese a que el economista escocés hace referencia a ella tan sólo una vez a lo largo del tratado, ha hecho fortuna al simbolizar con acierto el principal mecanismo del libre mercado, y que precisamente le convierte en motor del desarrollo humano: La inclinación del hombre a establecer intercambios que puedan reportarle ganancias y beneficios.


Pues bien, por mucho que los antiliberales del más diverso pelaje quieran hacernos ver lo blanco negro, la culpable de la presente crisis económica no es esa mano que por su condición intangible escapa al control de los planificadores de turno. Bien al contrario: Las manos son claramente visibles y, para más inri, torpes. Ni más ni menos que las del injustamente venerado ex-presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos, Alan Greenspan, quien, siguiendo las recomendaciones de ese gurú de la progresía 'planetaria' llamado Paul Krugman, colocó en 2001 los tipos de interés a la altura del betún. El objetivo de estos insignes arquitectos de la economía mundial se cumplió, ciertamente: Crear una burbuja inmobiliaria que sustituyera al estallido de la conocida como 'burbuja.com'. Pero ese artificial expansionismo monetario, imitado por los demás Bancos Centrales, nos ha llevado al colapso del sistema financiero, primordial causa de la actual crisis que vivimos. Consecuencia que no fue capaz de prever toda la inmensa sabiduría de estos planificadores 'cuasi-divinos' que jugaron a enmendar al mercado.

Lo peor de todo es que, no sólo no aprendemos de la experiencia, sino que incluso nos empecinamos en el error. Así, la tan esperada reforma financiera del presidente Obama, que acentúa el intervencionismo del Estado y dota de aún más poderes a la Reserva Federal, precisamente a la principal causante de la crisis, no es sino arrojar más gasolina al fuego. Como bien nos alertaba otro gran liberal, Ludwig von Mises, el modo de proceder de los intervencionistas es el siguiente: Aplican sus políticas y éstas producen efectos contraproducentes, pero, so pretexto de que la culpa reside en el capitalismo, continúan profundizando en el intervencionismo, y así sucesivamente. Y es que siempre podrán echar mano de su chivo expiatorio.

Autor: Pedro Moya
Publicado el 19 de junio de 2009

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