Alicante, Almería y Murcia —con alguna que otra gran área de sus provincias vecinas— forman el triángulo de oro de la agricultura española. La zona está dotada de una amplia experiencia en cultivos extra tempranos y su tecnología punta le permite todo tipo de productos a buen precio, incluyendo los ecológicos. El clima excepcional, como no hay otro en Europa para tales fines, adelanta las cosechas uno o dos meses respecto a la mayor parte de sus competidores europeos.
Incluso, como pueda ser el caso de los guisantes, las habas o las alcachofas, en el triángulo de oro se ha logrado cosecharlos casi todo el año. Lo mismo podría decirse de los mangos, los melones, los caquis o los injertos de pera-manzana, muy demandados en los mercados europeos. Ya no hablemos de las naranjas, limones o pomelos, en los que el Levante español destaca sobremanera. Sin embargo, todo esto está ocurriendo con más de la mitad de las tres provincias en barbecho, sin la posibilidad de ser cultivadas por falta de agua y con la misma calidad de suelo y de clima. Lo que conlleva, asimismo, al avance de la desertización en el Sureste peninsular, una realidad alarmante sobre la que los ecologistas no se muestran especialmente activos.
En los tiempos que corren, con las cantidades desorbitadas que se manejan para apuntalar bancos o financiar empresas amigas, darle agua al triángulo de oro apenas supondría una propineja de las que el “Gobierno de España” o cualquier presidente autonómico usan casi a diario. Con una diferencia muy marcada, mientras esos regalos a los amigachos de los socialistas o nacionalistas —o para disfrute personal— apenas crean puestos de trabajo, la acometida por vía de urgencia de sendos trasvases: Ebro-Segura y Tajo medio-Segura, con su correspondiente ramal a Almería, supondría inicialmente miles de empleos en obras públicas y, con posterioridad, otros cientos de miles de empleos destinados a unas tierras que serían puestas en su máximo valor con el agua necesaria.
No es solamente la mano de obra destinada al campo la que contaría, sino las nuevas contrataciones en las plantas envasadoras, que absorberían numeroso personal en cada campaña —varias al año—, así como el personal necesario en las industrias transformadoras, las cuales suelen usar los productos excedentes y trabajan igualmente casi todo el año. Sin dejar de lado los miles de empleos indirectos en las industrias del embalaje, plásticos y útiles de invernaderos o el transporte y la logística, que incluye la red del frío y el almacenaje, etcétera. Y la riqueza, no lo olvidemos, atrae más riqueza.
Por otra parte, conviene recordar que los probables beneficiarios de esos trasvases, que en ningún caso deberían ser gratuitos, se han comprometido en numerosas ocasiones a realizarlos a su costa. Es decir, no tienen inconveniente en pagar un tanto anual, durante equis años, hasta compensarle la inversión al Estado. Del mismo modo que se ha venido haciendo con el agua recibida del Tajo, o sea, ¡pagarla, que quede claro! Sólo entre los años 2003 y 2006 las comunidades de Castilla-La Mancha, Madrid y Extremadura han recibido 82 millones de euros de parte de los regantes murcianos y alicantinos, y otros 259 millones con cargo a los desembalses para dar de beber a 2,5 millones de habitantes. Según informó en 2007 el Sindicato Central de Regantes del Tajo Segura. A partir de 2007, Zapatero impuso la política de trasvases cero, incluyendo riegos de socorro para los frutales, y solamente permitió algún desembalse para consumo humano. De ahí que los acuíferos del Sureste se hallen prácticamente agotados.
Otro tanto podría realizarse en la comunidad de Aragón, donde el Plan Agua (actuación estrella del antiguo PHN si se tiene en cuenta el volumen del importe presupuestado) está poco menos que paralizado y los ribereños del Ebro no cesan de padecer inundaciones periódicas —dos o tres anuales— que arrasan sus cosechas y los empobrecen. Y esto se sabe bien en Aragón, por lo que no es de extrañar que sus agricultores fuesen acérrimos partidarios del Plan Hidrológico Nacional. ¡Cómo no iba a ser así, si se encontraban entre los más beneficiados!
Y que nadie lo dude, la política de las desaladoras de este “Gobierno de España” ha constituido un rotundo fracaso. Casi la totalidad de las que hay en funcionamiento, complementarias de lo que debía ser el PHN, las dejó prácticamente acabadas el gobierno de Aznar. Ni más agua, ni antes, ni más barata. ¡Todo lo contrario a lo ZP aseguró en un mitin! Una nueva mentira podrida del socialismo en el poder. Y para más inri, de seguir todo igual, con continuas alzas y bajas en el precio del crudo, los agricultores jamás llegarían a saber a qué precio iban a pagar el agua. ¡Patético!
El gobierno zapaterino sabe de sobras que ha fracasado, si bien no lo reconocerá jamás. La prueba de que lo sabe no ahora, sino desde hace muchos meses, fue el despido de la ministra Narbona, por incompetente y excesivamente sectaria —no se debe notar tanto— y en estos días el cese de Adrián Baltanás, máximo responsable de las desaladoras.
Claro que para realizar semejantes trasvases de caudales entre cuencas hidrográficas y acometer otras obras de no menor importancia —como puedan ser las de Aragón—, si tenemos en cuenta que el gobierno socialista ha jugado durante cinco años a crispar cuanto ha podido en el tema del agua y a enfrentar a unas regiones con otras, quizá sea necesario que caiga un rayo sobre la Moncloa —digamos en los alrededores— y esa luz ilumine al presidente Zapatero. Lo que no es nada fácil. Y puestos a pedir, de paso que caiga otro rayo en las inmediaciones de la sede central del PP e ilumine a María Dolores de Cospedal, que ayer mismo declaraba “los manchegos tienen derecho a quedarse con el agua”, en alusión al nuevo estatuto de Castilla-LM, que deberá reflejarlo así y dar por extinguido el Tajo-Segura.
Ahora bien, si al unísono se produjera el milagro monclovita y genovita, quizá sería porque el paro aprieta de lo lindo y porque la producción de alimentos es una apuesta bastante segura para sustituir o complementar al ladrillo, ahora que éste cae en picado. Y no se olvide, además, que la exportación de alimentos podría equilibrar en parte nuestra muy deficitaria balanza comercial, por ejemplo con China, y de paso ayudar en lo posible, acogiéndose a la financiación que la Unión Europea dedica anualmente y de la que ahora se benefician otros países exportadores de alimentos, a ese tercer mundo que no cesa de pasarlo mal.
Autor: Policronio
Publicado el 9 de febrero de 2009
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