Hace pocos días asistí a una cena homenaje a un destacado profesional con motivo de su jubilación forzosa. Se trata de un hombre de brillante trayectoria en su carrera, con una larga lista de realizaciones en su haber.
No cabe duda de que la Sociedad en general, y muy particularmente el Estado, debe vigilar que los miembros de la Administración estén en las mejores condiciones posibles de rendimiento y, por eso, cuando se supone que por la edad se ven mermadas sus facultades, prescinda de los servicios de esos miembros, razón por la cual existe la jubilación forzosa.
En el caso de profesiones que no requieren un alto rendimiento físico y solamente una buena capacidad mental, no cabe duda de que el Estado considera que al llegar un individuo a una cierta edad, no se encuentra ya cerebralmente capacitado para desarrollar su labor.
A la mañana siguiente de la cena homenaje, leí en el periódico una noticia relacionada con un político que continuaba activo con más de ochenta años e inmediatamente me sacudió una duda: ¿Cómo es posible que el Estado considere que a una determinada edad los profesionales no se encuentran capacitados para desempeñar una labor debido a su natural declinar mental y en cambio permita que los cargos políticos sigan en activo a edades mucho más avanzadas? Siguiendo un razonamiento lógico, solo caben dos posibilidades:
a).- El hecho de desempeñar un cargo político preserva del natural deterioro mental que se produce con la edad. Se trata pues de una especie de "Elixir de la Eterna Juventud", de modo que podría considerarse igual que una medicina. En ese caso, dado que la Constitución garantiza el acceso de todos los ciudadanos por igual al sistema de salud, el Estado debería garantizar un cargo público a cada ciudadano para que los indudables beneficios que de ello se derivan alcancen a todos.
Dado el ingente número de cargos políticos de que disfrutamos, no sería muy difícil conseguir dicho objetivo incluyendo en el sector a los escasos miembros restantes de la Sociedad que se limitan a soportarlos y a pagar impuestos. A bote pronto se me ocurre que ello podría conseguirse fácilmente creando 400.000 parlamentos que, a unos 100 parlamentarios cada uno, permitirían el acceso a un cargo político a 40 millones de españoles.
b).- La otra posibilidad es que para ejercer una actividad política no se precise capacidad mental alguna y, por lo tanto, no exista el menor inconveniente en que, pasada la edad límite y sea el que sea el grado de deterioro de las funciones intelectivas (en el caso de que hubiera previamente algo de capacidad mental susceptible de deteriorarse y el problema no fuera congénito), continúen ejerciendo sus cargos.
Ambas opciones son posibles, de modo que no puedo decidir si una u otra es la verdadera. Por ello solicito la ayuda del público en general; que cada uno opte por la que le parezca más cercana a la realidad. Al final, tras un democrático recuento de votos, tal vez podamos llegar a una conclusión.
Autor: Uriel (Firmas invitadas)
Imagen: Batiburrillo
Publicado el 3 de febrero de 2009
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