Todos deben cuidar de todos. |
Jamás he entendido, entiendo y entenderé que en la apabullante normativa que regula la concesión de las más variopintas subvenciones y subsidios en nuestro Estado de Bienestar, que sólo es capaz de desarrollarse exprimiendo el fruto de los esfuerzos individuales ajenos a sus beneficiarios, no se exija el cumplimiento del que debería ser requisito fundamental: que su familia no pueda ayudarle.
No dispongo de cifras al respecto de la movilidad en la escala social o de renta en nuestro país, pero por lo que veo en mi entorno, una mayoría de los que ahora rondan los cuarenta años de edad, superan muy mucho en renta disponible a la que sus padres disfrutaron en su momento. Renta ésta, en muchos casos exigua y con la que fueron capaces, a base de muchos sacrificios, de sacar cinco hijos adelante.
Y sin embargo, cuando esos padres necesitan ayuda, porque la pensión que les corresponde, a duras penas da para cubrir sus necesidades más elementales, lo primero que hace el “preocupadísimo hijo” es enterarse de si el Ayuntamiento o Comunidad Autónoma de turno establece subsidios al respecto. Y claro que los establecen.
Y lo cierto es que en muchas ocasiones, en la mayoría de los casos, se producen situaciones de auténtico escándalo. Como quiera que para la concesión de los subsidios lo que cuenta es la renta personal del solicitante, futuro beneficiario, y no la renta disponible de sus familiares, que por ley, artículos 142 a 153 del Código civil, deben alimentos a los suyos, nos encontramos con padres mayores en la humillante situación de tener que pedir subsidios municipales, para poder comer, mientras sus hijos se gastan el importe equivalente a su pensión en salir dos noches de viernes.
Pero claro, atender a los padres no es progresista.
Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 5 de octubre de 2008
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