No sé quién escribió el guión de “El Rey León” y no tengo ganas de mirarlo, pero parece que también tuvo un sueño: el adorado y temido león Clinton, amante de su familia y becarias, fue desalojado del poder por las hienas neoconas, encabezadas por Bush y su cuadrilla de facinerosos del petróleo, con el resultado que todos conocemos.
Mientras, en un lugar perdido del Reino, crecía Obama, hijo de la multiculturalidad y multirracialidad. Criado por su abuela blanca y formado en los mejores colegios y universidades, que para algo aquella trabajaba en un banco, se vino a Chicago, antes de su asalto al poder, que lucían las hienas neoconas en sus guaridas de la capital.
Esa es la historia a grandes rasgos del león y su leoncito. No sé si ustedes han tenido oportunidad de jugar con sus hijos al Rey León, yo sí. Y lo que más recuerdo, además de la cara de circunstancias de mi hija mayor, era el dolor en los nudillos que se me quedaba, después de una sesión completa de paseo a gatas por toda la casa.
Y ahora, a pesar de la íntima satisfacción que me ha producido el nombramiento de un judío para la jefatura de gabinete del leoncito, el mismo mono sabio de Clinton, el dolor en los nudillos de las manos me da que va a tornar en un inmenso dolor de bolsillo. Más que nada, porque los gatitos vivían bien, estupendamente bien con las hienas, y ahora no va a ser menos.
Pero es igual, hakuna matata y de que se pueda, ¡otra de gambas, que paga Obama!
Autor: Carlos J. Muñoz
Publicado el 9 de noviembre de 2008
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