Lo más hipócrita de algunos sujetos que dicen seguir el laicismo, cuya filosofía bien entendida debería resumirse en un “vive y deja vivir”, es la renuncia interesada a mantenerse ellos mismos en la neutralidad que le exigen al Estado. Para entendernos, ciertos librepensadores de garrafa —por no denominarlos directamente ateos del tres al cuarto— han hecho del laicismo una suerte de militancia activa, no exenta de apostolado cutre, que les confiere el rango de adeptos a una secta bastante siniestra. Solamente les falta una buena noche de luna nueva que no permita el más mínimo vislumbre, un altar pagano de roca bien pulida y de dos metros de largo, un puñado de hachones encendidos que los asistentes al acto sujeten con solemnidad y una víctima adecuada para practicar con ella el sacrificio propiciatorio.
Tal es el caso de los fanatizados prosélitos de Alternativa Laica, una asociación que se mira en el espejo de personajes tan formales y equilibrados como el Gran Wyoming, al que probablemente veneran y consideran un bienhechor del laicismo. Pues bien, estos combativos militantes de lo profano —término entendido en cualquiera de sus cinco acepciones— han tenido las santas narices, por segundo año consecutivo, de presentar una denuncia contra el alcalde de Toledo —para más señas socialista—, por el simple hecho de mantener una tradición que se remonta a 1617 y que consiste en jurar el dogma de la Inmaculada en el monasterio franciscano de San Juan de los Reyes.
La demanda la basan en el artículo 16 de la Constitución española, del que extraen la conclusión que el alcalde ha incumplido el apartado 3: “Ninguna confesión tendrá carácter estatal”. Sin embargo, para estos pájaros de Alternativa Laica, no valen el resto de apartados del mismo artículo, donde en el punto 1 se dice, por ejemplo: “Se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la ley”. Ya me explicará alguien qué orden público se ha deteriorado al seguirse la tradición toledana.
Pero insistiendo en el apartado 3, cuyo primer párrafo es la base de la denuncia laicista, tampoco debe olvidarse que acto seguido se añade esto otro: “Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones”. Pregunto: ¿Ha sido o no una libre relación de cooperación entre la Corporación municipal toledana con la Iglesia Católica? ¿Cuántos de los concejales han acudido forzados y maniatados, a punta de bayoneta, al monasterio de San Juan de los Reyes?
Cuándo vais a enteraros, laicistas aguerridos, que frente a vuestra intolerancia os encontráis nada menos que con un 80% de la población española que se confiesa cristiana. Pensad en la sentencia del moralista y aplicárosla lo antes posible: “Tener el espíritu abierto no significa tenerlo abierto a todas las necedades”. Y es así, incluso si vuestro profeta fuese el mismísimo Gran Wyoming, el de a tanto la gala.
Autor: Policronio
Publicado el 16 de diciembre de 2008
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